Cuando T.R. Reid, un periodista estadounidense, acudió a su médico por una lesión en el hombro, recibió una recomendación muy estadounidense. El médico sugirió una artroplastia total de hombro, un procedimiento utilizado para reemplazar la articulación del hombro por una prótesis artificial.
Tras rechazar el consejo médico, Reid decidió pedir una segunda opinión sobre su problema a doctores de otros 5 países, experiencia que documentó en su libro, The Healing of America.
Un médico francés se negó, afirmando que un reemplazo total del hombro era solo una solución acertada para aquellas personas que sufren un dolor constante. Un médico británico del Servicio Nacional de Salud fue también bastante claro: "puedes llevar una vida sin demasiados impedimentos, así que la cirugía no es para ti".
El libro de Reid ofrece una mirada franca sobre la forma en la que cada sistema nacional de salud aborda la gestión del dolor y cómo cada sistema soluciona un mismo problema.
Ahora, un nuevo documento de la Oficina Nacional de Investigación Económica recoge la forma en que los estadounidenses perciben e informan del dolor respecto a las personas de otros países, y todo apunta a que visitan la sala del médico más veces que el resto del mundo.
El documento, que apropiadamente se titula "Infelicidad y dolor en la América moderna", presentaba una pregunta de una encuesta de 2011 que preguntaba a personas de 30 países lo siguiente:
Durante las últimas 4 semanas, ¿con qué frecuencia ha sufrido dolores? Nunca; raramente; a menudo; o muy a menudo?
Alrededor de un tercio de los estadounidenses afirmaron que sufren dolores y molestias, "muy a menudo" o "a menudo", (más que las personas de cualquier otro país). Australia y Gran Bretaña se acercaron, pero por lo general de cada país, apenas el 20% dio una de esas respuestas. De hecho, en Filipinas o Sudáfrica solo lo hicieron el 11%.
Porcentaje de personas que sienten dolor físico "a menudo" o "muy a menudo"
"Aunque podría parecer difícil de creer", escribieron los autores del artículo, "las pruebas muestran que los estadounidenses experimentan más dolores que las personas del resto del mundo, incluso aquellas de países no tan avanzados".
Por supuesto, vale la pena señalar que el lenguaje y las diferencias culturales pueden afectar la forma en que las personas piensan y hablan sobre su dolor, aún así, vale la pena considerar las causas de todo este dolor. Existen tres teorías principales:
Los 3 Motivos principales del "dolor americano" Obesidad
"Los estadounidenses son más obesos que los demás, y muchos dolores se relacionan con la obesidad".
Estados Unidos tiene una de las tasas más altas de obesidad del mundo, y hay evidencia suficiente para afirmar que las personas obesas son más sensible al dolor en algunas partes de sus cuerpos. No está claro por qué, pero puede ser debido a la inflamación, el estrés que el peso ejerce sobre las articulaciones o a un deficiente descanso causado por la apnea del sueño.
Demasiados analgésicos
Otros expertos en cambio señalan el hecho de que los estadounidenses consumen demasiados analgésicos recetados, casi el 80% de la oferta mundial. Paradójicamente, los opioides aumentan la percepción del dolor, en lugar de reducirlo.
Los opioides pueden causar un tipo de dolor neurológico que se superpone al dolor original, decía Eldon Tunks, profesor emérito de psiquiatría de la Universidad McMaster. Los doctores de otros países son más prudentes a la hora de recetar opiáceos para el dolor.
Está todo en nuestras cabezas (más o menos)
El dolor que sienten los estadounidenses puede ser muy real, pero diversos factores psicológicos externos podrían estar contribuyendo a ello. La depresión cambia la forma en que el cuerpo libera sus propios químicos endógenos para aliviar el dolor y tiende a exacerbar la percepción del dolor.
Felicidad entre diferentes grupos educativos en los Estados Unidos
"Las quejas de infelicidad y dolor van de la mano, y las quejas de dolor suelen aparecer en segundo lugar", decía Mark Sullivan, profesor de psiquiatría en la Universidad de Washington.
Curiosamente, el uso de opioides y alucinógenos aumenta durante las crisis económicas, por lo que algunos de estos patrones podrían ser cíclicos: los estadounidenses de la clase trabajadora pierden sus trabajos, se vuelven infelices, comienzan a usar opioides y se vuelven más sensibles al dolor.
Carol Graham, becaria de Brookings y profesora de política pública de la Universidad de Maryland, hace una observación similar en su libro, Happiness for All? Ella y sus colegas observaron que la tristeza, la ira, la preocupación, el estrés y el dolor físico eran más altos entre los estadounidenses con poco recursos que entre los ricos.
A pesar de que la mayoría de los trabajos bien remunerados parecen ser los más exigentes y estresantes, Graham sugiere que el estrés relacionado con las luchas cotidianas y las circunstancias que escapan al control de las personas (más común entre los pobres) tiene más efectos negativos que el asociado con alcanzar metas de vida (más común entre quienes tienen más medios y educación).
Por otro lado, Arthur Barsky, un profesor de psiquiatría de Harvard que investiga la hipocondría, dice que un rasco exclusivamente estadounidense es pensar que todas las molestias y dolores son tratables, en lugar de ser algo con lo que deben convivir para siempre. El pensamiento parece ser, "si podemos trasplantar corazones y realizar cirugías fetales, deberíamos ser capaces de curar las migrañas".
Según sostiene Barsky, la constante preocupación por conseguir un estado de salud perfecto está propiciando que los estadounidenses tengan dificultades a la hora de hacer frente a un poco de dolor.
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