Dicen que perder a un ser querido puede llegar causar una enorme depresión o incluso el fallecimiento en las personas mayores. Perder a la persona que te acompañó durante todo el viaje de la vida puede ser muy traumático, haciendo que los últimos años de existencia sean dolorosos e insignificantes.A continuación descubrirás a un anciano que desafía esta forma de pensar y nos regala una gran lección que deberíamos aprender.
Un hombre de 92 años, de aspecto bonachón, se dirige hoy hasta una residencia para ancianos. Su esposa de 70 años falleció recientemente y se vio obligado a dejar su casa.
Después de esperar varias horas en el vestíbulo de su nuevo hogar, sonríe gentilmente cuando por fin le confirman que su habitación está preparada. Conforme se aproxima hasta el ascensor ayudado por su bastón, el asistente le describe su pequeña habitación.
"Me gusta mucho", dice el anciano con el entusiasmo de un niño de 8 años que acaba de recibir zapatos nuevos.
"Señor Todd, si ni siquiera ha visto su cuarto aún. Espere un momento que casi estamos allí", dijo el asistente riendo.
"No tiene nada que ver con eso", responde el anciano, "La felicidad es algo que elijo por adelantado. Si me gusta o no el cuarto no dependerá del mobiliario o la decoración, depende de la forma en la que decido verlo".
"Ya he decidido en mi mente que me gusta mi habitación. Es una decisión que tomo cada mañana cuando me levanto".
"Siempre puedo elegir. Puedo pasarme el día en la cama enumerando todas las cosas de mi cuerpo que ya no funcionan o puedo levantarme y dar gracias por todas aquellas que aún con los achaques de la edad siguen dando la talla."
"Cada día es un regalo, y mientras siga abriendo los ojos cada mañana, me centraré en el nuevo día que me espera y en todos los recuerdos felices que he conseguido durante mi vida."
