Gracias a la cultura popular, nos imaginamos al Tyrannosaurus rex como un monstruo temible y solitario que ruge antes de atacar y se zampaba todo lo que se mueve. Sin embargo, la realidad es que tenían un aspecto diferente, eran más sociales y tenían un instinto asesino aún más temible de lo que podemos imaginarnos.
A continuación te mostramos 8 curiosidades sobre estos depredadores para que puedas conocerlos un poco más a fondo:
1- Podían ir en manada
¿Qué hay peor que un T. rex corriendo hacia ti esperando poder clavarte el diente? ¡Correcto! ¡Dos T. rex con el mismo hambre! Por sorprendente que parezca, se han encontrado pruebas al oeste de Canadá que demuestran que los tiranosaurios podían vivir en grupos.
El hallazgo mostraba las huellas de tres especímenes adultos de unos 30 años, que aunque viajaron juntos, siempre mantuvieron las distancias.
Las huellas se encontraban muy bien conservadas, tanto que incluso era posible ver cómo una de las garras del pie izquierdo de un T. rex se encontraba seccionada. El rastro de 70 millones de años es el primer descubrimiento de un rastro de pisadas de T. rex, así como la mejor evidencia de que las bestias formaban manadas.
2- El problema del género
Los paleontólogos todavía tienen muchas dificultades a la hora de diferenciar el género de los dinosaurios, ya que por alguna razón, la mayoría de las especies parecen compartir rasgos idénticos entre ambos sexos.
En marzo de 2005 se anunció la recuperación de tejido blando de la cavidad medular de un hueso de la pata fosilizada de un Tyrannosaurus de 68 millones de antigüedad. Gracias a este fósil designado como MOR 1125 (y conocido informalmente como B-rex), los investigadores pudieron descubrir que se trataba de una hembra y que se encontraba embarazada en el momento de su muerte.
Gracias a este descubrimiento sabemos al menos que, de forma similar a los pájaros, un aumento crítico en el estrógeno fomenta la creación de hueso medular en dinosaurios embarazados.
3- Los T. rex tenían labios
Un nuevo estudio sugiere que este feroz dinosaurio de dentadura prominente pudo haber tenido labios que cubriesen por completo sus dagas nacaradas, lo que acabaría con la imagen que tenemos de un T. rex que siempre muestra sus dientes
Al parecer, los colmillos del temible depredador del Cretácico tenían una fina capa de esmalte. Para evitar la descomposición de este esmalte, especialmente cuando es tan frágil, es necesario que los colmillos permanezcan húmedos.
Por otra parte, los "primos" de estos dinosaurios que podrían tumbar esta hipótesis, es decir, los cocodrilos, viven en el agua, por lo que no necesitan esa humedad extra que les aportaría unos labios.
4- Practicaban el canivalismo
Este depredador prehistórico necesitaba mucha carne para sobrevivir. Algunos de los restos de excrementos fosilizados que han sido encontrados contenían huesos y carne medio digeridos, lo que indica un rápido metabolismo y quizás un estómago que constantemente empujaba al dinosaurio a pensar qué o quién sería su próximo almuerzo.
Diferentes descubrimientos de huesos de Tiranosaurios muestran el daño típico producido por una dentadura como la suya demuestra que efectivamente se alimentaban de miembros de sus propias especies.
Los investigadores no están seguros de si estos gigantes se comían a sus congéneres matándolos deliberadamente o solo se zampaban a los que ya estaban muertos, aunque todo apunta a que hacía ambas cosas.
5- Dientes aserrados
El mordisco de uno de estos dinosaurios era un mecanismo perfectamente desarrollado para matar. Cada uno de los dientes que conforman la dentadura de estos dinosaurios se encontraba aserrado como un cuchillo para carne.
Lo que en un primer momento se confundió con las grietas causadas por los grandes impactos que recibían por parte de sus presas cuando cazaban, resultaron ser un tipo de plegado interno que mantenían afilados los dientes y mejoraban le mordida para permitirles eliminar presas más fuertes.
Esta estructura dental es única para los T. rex y otros terópodos carnívoros. La capacidad de portar unos colmillos tan eficaces podría ser la razón por la que estos dinosaurios fueron los mayores comedores de carne de la historia de la Tierra.
6- Nanotyrannus
En 1988, el paleontólogo Robert Bakker declaró haber descubierto una nueva especie tras hallar el cráneo de un Nanotyrannus. En comparación con la robusta cabeza de un tiranosaurio, el fósil del Museo de Cleveland era infinitamente más pequeño, más estrecho y tenía más dientes.
Pero ¿era realmente un miembro de la familia o un bebé de T. rex? Pocos creían que un T. rex pudiese cambiar tan drásticamente a medida que crecía, por lo que el debate se intensificó durante años.
Sin embargo, en 2001, el hallazgo del fósil de un T. rex juvenil conectó el cráneo de Cleveland a su propia raza después de comprobar que el T. rex adolescente poseía ciertas cavidades en la mandíbula que se pensaba exclusivas del Nanotyrannus.
Gracias a este descubrimiento, los investigadores saben lo mucho que cambia el aspecto de los Tiranosaurios a lo largo de sus diferentes etapas de crecimiento.
7- Los tiranosaurios no rugían
Con el fin de descubrir a qué sonaba realmente un T. rex enfurecido, un grupo de investigadores decidió estudiar de cerca a sus parientes más cercanos en la actualidad (cocodrilos y aves).
Tras analizar como vocalizan sus parientes contemporáneos, los archosaurios, los investigadores concluyeron que los dinosaurios de grandes dimensiones no hacían temblar la tierra con sus rugidos.
Al parecer, cuando una de estas bestias sentía la necesidad de comunicarse, habría inflado los sacos para producir ruido sin llegar a abrir sus mandíbulas, al igual que hacen algunas de las especies de aves más grandes.
8- Especialistas en la decapitación
Las continuas marcas que los investigadores encontraban en los cuernos y los collares óseos de los Triceratops revelaron un comportamiento desconocido de estas temibles criaturas. Tras preguntarse por qué iban a mordisquear algo que no tenía carne, los científicos miraron más detenidamente y encontraron algo aterrador.
Al parecer, los T. rex adultos tenían el hábito de decapitar a los Triceratops. Su mordisco era tan violento que era capaz de arrancarles la cabeza de cuajo. Al parecer, el músculo del cuello de los Triceratops parecía ser todo un manjar a pesar de que estuviese tan bien protegido.
En algunas ocasiones, también se hallaron cortes en las articulaciones del cuello de varios de estos dinosaurios de cuernos puntiagudos, fenómeno posible solo si se arranca la cabeza.