El cine de los años 90, especialmente en Estados Unidos, supuso un antes y un después, sobre todo si lo comparamos con la década anterior. La entrada en el mercado del VHS y de los videojuegos reforzó la importancia de las franquicias, que permitía la explotación de un producto audiovisual en varios formatos.
El objetivo principal de estos años fue conseguir que el público adulto volviera a las salas de cine. El cine estadounidense pretendía demostrar que no era heterogéneo ni monótono.
Comenzada la década de los 90, la crisis de ideas se apoderó del cine norteamericano; así que decidió inspirarse en los héroes de cómic, en los que efectos especiales se utilizaron sin discriminación alguna, sin diferenciar lo necesario de lo superfluo, y se convirtieron en el distintivo del cine de ciencia ficción de esta época. También algunas series históricas de televisión fueron objeto de versiones en la gran pantalla. Géneros como la comedia clásica, el drama o los dibujos animados volvieron con fuerza. A ellos se les sumó la sexualidad como ingrediente importante y la aparición de un nuevo grupo de jóvenes actores, "la generación X".
Por diferentes motivos, las películas más influyentes de esta década en Estados Unidos fueron Titanic (1997), la superproducción de James Cameron; y Reservoir Dogs (1992), de Quentin Tarantino, cuyo influjo en el thriller fue muy destacado.
Pero muchas otras películas de estos años han dejado una huella en la historia del cine. En 1990, Tim Barton parodiaba a la familia media norteamericana por medio de un moderno Frankestein, inocente y encantador, en Eduardo Manostijeras. En 1993, las campañas publicitarias nos llevaron al cine a ver los dinosaurios de Parque Jurásico. Y en 1995 se estrenó el primer largometraje de animación digital, Toy Story, producida por una filial de Disney, Pixar Animation Studios.
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