Aunque parezca sorprendente, el número de individuos que tienen contacto con alguna droga es bastante más elevado que el número de personas que terminan convirtiéndose en adictos.
Aproximadamente uno de cada tres adultos probará una droga ilegal a lo largo de su vida. Solo en Inglaterra y Gales, casi 3 millones de personas probarán alguna droga ilegal este año aunque la mayoría no sufrirá daños a largo plazo.
¿Son las drogas entonces inofensivas?
Absolutamente NO. Existen riesgos inmediatos por sobredosis e intoxicación y riesgos a largo plazo para la salud asociados con el consumo prolongado. Sin embargo, la mayoría de las personas las abandonará sin recibir ningún daño después de un corto período de experimentación o aprenderá a incluir su consumo en su estilo de vida, ajustando su uso a sus circunstancias sociales y domésticas tal y como ocurre con el alcohol.
En comparación con los 3 millones de personas que actualmente consumen drogas ilícitas, solo existen alrededor de 300.000 adictos a la heroína y/o al crack.
¿Cómo son la mayoría de consumidores?
La realidad es que la probabilidad de que individuos sin vulnerabilidades preexistentes se vuelvan adictos a largo plazo es escasa. La adicción, a diferencia del consumo esporádico, está fuertemente relacionada con las comunidades más pobres, y tristemente, de entre esas personas, aquellas que sufren más dificultades tendrán más probabilidades de caer en la adicción. Los adictos a la heroína y el crack suelen ser varones de clase obrera, delincuentes, personas sin educación, con poca o ninguna experiencia de trabajo y enfermos mentales.
El consumo peligroso de cannabis se encuentra menos concentrado entre los pobres y está estrechamente asociado con indicadores de estrés social y a la propensión de desarrollar de problemas de salud mental.
¿Por qué no todo el mundo se convierte en adicto?
La mayoría de las personas que consumen drogas son personas inteligentes, que no poseen dificultades sociales y que cuentan con un entorno familiar que les sirve de apoyo. Estos factores les permiten gestionar los riesgos asociados a su consumo haciendo que eviten las drogas más peligrosas y que controlen la frecuencia y la cantidad para reducir el daño y maximizar el placer. En los peores casos, la familia y los amigos jugarán un papel fundamental dándoles apoyo y ayudándoles a centrarse y retomar las riendas de sus vidas.
Desgraciadamente, las personas de las comunidades más pobres carecen de habilidades sociales y se rodean de personas que los retienen a sus problemas en lugar de ofrecerles soluciones. Sus decisiones tienden a priorizar el beneficio inmediato en lugar de sopesar las consecuencias a largo plazo. Por otra parte, la cantidad de problemas que tienen que enfrentar hacen que carezcan de motivación para evitar comportamientos de alto riesgo.
En conjunto, estos factores hacen que se relacionen con las drogas más peligrosas en lugar de medir cuidadosamente el consumo para minimizar el riesgo. Una vez convertido en adicto, la motivación para recuperarse y la probabilidad de éxito disminuye drásticamente debido a la ausencia de apoyo familiar, las malas perspectivas de empleo y el aislamiento social.
En definitiva, lo que determina si el consumo de drogas se convierte o no en adicción, y el pronóstico una vez que lo ha hecho, tiene menos que ver con el poder de la droga y más con las circunstancias sociales, personales y económicas del individuo.
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