El perro que estás a punto de ver no tenía nombre. Estaba sin una familia de verdad. Su dueño lo tenía siempre encadenado al lado de la casa, tenía el hocico atado con un rollo de cinta adhesiva muy apretada. Dormía sobre el cemento frío y duro, ignorado por el mundo. Ladraba, intentaba llamar la atención... pero nada cambió. A medida que pasaba el tiempo, los vecinos finalmente se dieron cuenta de lo que pasaba. Día tras día, estaba solo, abandonado y sin esperanza.
Los vecinos cada vez estaban más preocupados y frustrados, pero incluso sus llamadas a la policía no sirvieron para nada.
Cuando vieron que no había nadie en la casa de al lado, saltaron la valla y salvaron a este pobre perro, sin nombre. Desde ese día, su vida nunca volvería a ser la misma...
Por ninguna otra razón que por ser un perro, este perro sin nombre fue amordazado, atado y tratado como basura.
Estaba encadenado, y completamente solo. Todos los días.
Tumbado en el fío y duro cemento...
Trataba de llamar la atención, pero nada funcionó. En lugar de ello, aprendió a desconfiar de los seres humanos y valerse por sí mismo.
Mientras que los vecinos comenzaron a tomar nota y hacer llamadas telefónicas frenéticas, el tiempo pasaba y el perro se hacía mayor. Finalmente, un día, por fin, los vecinos liberaron al perro.
¡Se salvó! ¡Finalmente! Y finalmente consiguió un nombre, Alfie, conoció a una familia que siempre lo va a amar. Aquí está el papá.
El suelo de hormigón cambió por amplios espacios abiertos.
No más cadenas, no más cinta aislante en la boca.
¡Y juguetes! ¡Montones y montones de juguetes!
Incluso un hermano canino llegó con su nueva familia, un cachorro que se parecía a Alfie.
Y los picnics familiares con toda la familia...
Emocionantes aventuras, nadando y jugando...
... Y, por supuesto, el amor y la libertad. Así es como Alfie vivió sus últimos años. Feliz.
Estoy muy contento de que Alfie fuese capaz de vivir sus años restantes de la forma en que siempre había deseado: siendo querido y respetado.