Todos sabemos que los padres sienten un amor incondicional por sus hijos y que desean que sus hijos sientan lo mismo por ellos. Atienden sus necesidades, luchan por su felicidad y los ayudan en todo lo necesario.
Pero existen padres que adquieren ciertas conductas tóxicas que los llevan a cometer errores poco beneficiosos para sus hijos. Esto lleva a los hijos a tener un sentimiento distinto por sus padres. Aunque los respeten, incluso pueden llegar a odiarlos.
A continuación te mostramos las diez características de los padres tóxicos que más odian sus hijos.
1- Manipulación.
Es un comportamiento muy enfermo y extraño. Hay muchos padres que, de manera consciente o inconsciente, son manipuladores. Con esto solo consiguen dañar a sus hijos. Las personas manipuladoras detectan las debilidades ajenas y las utilizan para conseguir lo que quieren.
2- Maltratos físicos y verbales.
Aunque no te lo creas, existen padres que maltratan a sus hijos. No necesariamente mediante la violencia física. Se ayudan de la violencia verbal, insultando y hablando mal. Con este comportamiento crean problemas muy serios en la autoestima de sus hijos provocando un daño difícil de olvidar.
3- Mayor afecto hacia los hermanos.
Cuando hay dos o más niños en una familia, es normal que aparezca la envidia entre hermanos ya que uno puede creer que los padres quieren más a su hermano. En estas ocasiones, los padres dicen que quieren a sus hijos por igual, pero en otras ocasiones se decantan por uno en concreto.
Cuando esto ocurre, el otro hijo se siente abandonado y piensa que nadie lo quiere. Esto ocurre cuando uno de ellos se ve más favorecido que el otro debido a cualquier motivo. Tendrán también un hijo favorito que nunca hará nada malo y el otro tendrá la culpa de todo lo que suceda.
4- Ser excesivamente protectores.
Casi todos los padres son muy protectores con sus hijos pero, a veces, es excesivo. A nadie le gusta que su padre esté siempre encima preguntando por todo lo que hace o cómo se encuentra.
Hay muchas veces que a los hijos les prohibimos cosas sin ningún motivo, solo por protegerlos. Un exceso de sobre-protección puede arrebatar la libertad de los niños y es un error ya que la libertad es una cosa muy esencial para su desarrollo. Como se suele decir, todo en exceso es malo.
5- Ser demasiado exigentes.
Todos los padres desean que sus hijos sobresalgan en todos los aspectos. Se convierte en una cuestión de prestigio y los padres muchas veces obligan a sus hijos a destacar en todo, incluso en algo que no les gusta. La presión de los padres crea miedo en la mente del niño.
6- Autoritarios y poco tolerantes.
Los padres suelen ser muy estrictos con sus hijos y esta rigurosidad a veces sobrepasa los límites que los hijos toleran. Se les pide que cumplan ciertas normas y si no lo hacen les regañan o castigan. Regañar con frecuencia puede crear inseguridad en los niños.
7- Estar a la defensiva.
Si criticas a un padre, puede romperse la idea de que es un ser perfecto. No lo cuestiones haciéndole ver lo que está mal.
8- Falta de comunicación.
En las relaciones interpersonales, la comunicación es básica. Cuando se trata de un padre y un hijo es mucho más necesario para su correcta educación. Algunos padres evitan tener conversaciones con sus hijos pero no deberían tener en cuenta solo cuándo lo dicen y cómo lo dicen, sino que deberían ser expertos en escuchar a sus hijos.
9- Proyectar sus sueños en sus hijos.
Es muy común que los padres impongan sus propios sueños en sus hijos, incluso si a los niños no les gustan. Tomarán las decisiones necesarias para que sus hijos piensen y se comporten como ellos desean.
Por ejemplo, si un padre no pudo conseguir ser médico a pesar de intentarlo, le impondrá a su hijo seguir y cumplir su sueño de ser médico, aunque el hijo quiera ser jugador de baloncesto.
10- No ser ejemplo de lo que enseñas.
Una de las razones más importantes por las que los niños odian a sus padres es la diferencia entre las acciones y las enseñanzas. Seguro que alguna vez en tu vida te has encontrado a alguno de tus padres haciendo algo que te había enseñado que no había que hacerlo, como pelear o mentir. E incluso hacer promesas que no cumples.