Al morir un ser querido, el mundo deja de tener sentido; pero cuando ese ser querido es una niña de tan solo 3 años, el mundo simplemente explota. Al morir un niño siempre sentimos la perdida de una vida que no ha tenido tiempo de disfrutar del mundo, y desde luego no hay nada peor para un padre que enterrar a su propia hijo.
Estos padres se han armado de coraje al contar la historia de como murió su pequeña para evitar que otros padres pasen por el infierno que ellos pasaron.
La familia estaba celebrando el cumpleaños de Alison, la madre de Miranda, rodeados de toda la familia y amigos. Era un día perfecto en familia.
La fiesta estaba terminando cuando Miranda entro corriendo en el salón con los ojos como platos y sin emitir sonido alguno. El tiempo se paró.
Miranda cayó al suelo, inconsciente. Revisaron su boca y no había nada. Empezaron con la reanimación.
Para cuando llegó la ambulancia su corazón había dejado de latir.
De camino al hospital, los médicos de la ambulancia consiguieron que su corazón latiese de nuevo.
No había nada en su boca, pero estaban seguros que una semilla de maíz se había atascado en su garganta y le impedía respirar.
La familia no sabía hasta que punto se habían extendido los daños.
Una vez en el hospital, entubaron a la niña para que pudiera respirar; la familia tenía la esperanza de que se recuperará, pero los resultados del test cerebral fueron un duro golpe.
Los médicos aseguraron a la familia que a pesar de que el cuerpo de la niña aún seguía con vida no había actividad cerebral. Su pequeña niña se había ido.
El hospital iba a desconectar a la niña del soporte vital, pero la familia todavía no había perdido la esperanza.
Los padres la trasladaron a otro hospital con la esperanza que se recuperará, pero tras 6 meses de lucha, la salud de Miranda se resintió, dejando a su familia devastada.
Sus padres comparten su historia para que no vuelva a repetirse y todo el mundo sea consciente del peligro que puede crear una simple palomita.