Anoche fui a cenar con mi novia a nuestro restaurante preferido. Allí, sentados cerca nuestra, había un grupo de jóvenes de unos 15 o 16 años. Se comportaban como adolescentes normales y corrientes, chillaban y reían a carcajadas, pero era soportable.
Uno de los clientes que comía en la mesa que estaba justo detrás de donde se sentaba mi novia terminó de comer y dejó su propina en la mesa justo antes de irse. Una de las chicas que estaba sentada con el grupo de adolescentes que mencioné antes, se levantó y fue directa a la mesa donde estaba sentado ese cliente. Sacó su móvil y comenzó a hacer como que mandaba un mensaje. A los pocos segundos dejó el móvil, cogió la propina que había dejado el cliente, se levantó y volvió a su mesa como si no pasase nada. Sus amigos empezaron a decirle que no podían creer cómo había hecho eso.
Ya no soy de meterme en peleas y me gusta preocuparme únicamente por mis cosas. Pero me puse a pensar en lo injusta y poco respetuosa que había sido esa actuación. La camarera al recoger la mesa vería que ese hombre no había dejado nada de propina y podría considerar que no había realizado bien su trabajo cuando en realidad esa chica robó lo que esa camarera se había ganado a pulso. Por ello no pude contenerme y me levanté...
Me acerqué a la mesa de los chicos y le pedí amablemente a la joven que devolviese el dinero que había cogido de esa mesa. La chica se quedó sin palabras y ante el silencio de sus amigos se negó a devolverlo. Le alcé la voz y le dije que lo devolviese inmediatamente.
La camarera había limpiado la mesa justo cuando la joven se levantó para dejar la propina en su sitio. Cuando volvió a terminar de arreglarla para que se pudiesen sentar los siguientes comensales vio la propina y sonrió. El grupo de adolescentes pidió la cuenta y todos salieron del restaurante minutos después.
La camarera se acercó a mí y me dijo "Te doy las gracias por lo que has hecho hoy, de verdad. Siempre trabajo muy duro a diario para atender a mis clientes y darles un buen servicio con la mejor de mis sonrisas. He visto como la chica se llevaba la propina pero no quise decir nada. No es la primera vez que pasa pero nunca habían hecho algo así".
Lo cierto es que pensaba que nadie más se había dado cuenta, pero todas las personas del restaurante se nos habían quedado mirando, y muchos nos enviaron algunos gestos de ánimos y aprobación.
Me sentí completamente reconfortado. Al terminar de cenar pedimos la cuenta. Cuando nos la trajeron y le echamos un vistazo, nos dimos cuenta de que no nos habían cobrado el postre que habíamos pedido.
Servir al público es un trabajo muy duro y que otras personas, sean jóvenes o adultos, se lleven el dinero que otros se han ganado con su esfuerzo y su sudor no lo podemos permitir.
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