Dispersadas por todo el mundo, existen unas cuantas "colinas misteriosas" gobernadas por sus propias leyes físicas que parecen desafiar a la gravedad. ¿Qué pensarías si te dijese que efectivamente existen zonas donde los balones ruedan cuesta arriba y los ciclistas se esfuerzan por ir cuesta abajo?
Lo cierto es que, a pesar de que estos fenómenos hayan inspirado cientos de rumores relacionados con la brujería o la interacción de gigantes colosales escondidos en el suelo, la explicación científica hará que te explote la mente y sospeches de todas las cuestas que veas de ahora en adelante.
No se trata de algo muy inusual, podemos observar este tipo de fenómenos en países como Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Brasil e Italia, y aunque todos poseen un origen diferente, todos tienen una cosa en común: si dejas un vehículo sin frenos en mitad de la cuesta, este comenzará a subir la pendiente por sí solo.
¿No te lo crees? Échale un vistazo a lo que le ocurre a este coche en una de éstas colinas en Aryshire, Escocia.
¿Imaginas salir de tu coche y mirar como éste literalmente "cae" hacia arriba? ¿Nos estamos volviendo locos? ¿Qué es lo que está pasando realmente?
Resulta que estos extraños fenómenos naturales son sólo una elaborada ilusión óptica, una ilusión tan buena que sería imposible desenmascararla sin el equipo adecuado.
Solo con la ayuda de dispositivos de medición precisos como los GPS, es posible descubrir la diferencia real existente entre la parte superior y la parte inferior de la pendiente y comprobar que en realidad nada es lo que parece.
"El terraplén está inclinado de manera que produce el efecto de que vas cuesta arriba", explicaba el físico Brock Weiss, de la Universidad Estatal de Pensilvania. Aunque nuestro cerebro nos haga pensar que vamos cuesta arriba, en realidad estamos aproximándonos al nivel del mar.
¿Cómo es posible que el efecto óptico sea tan potente como para que incluso un coche pueda llegar a ganar cierta velocidad sin que nos demos cuenta? Según los psicólogos, el secreto está en el horizonte. Éste está oculto en las áreas donde se encuentran estas colinas impidiendo que tengamos un punto de referencia adecuado, o bien sí que está, pero solo hace que confundamos la pendiente de rampa en relación con el resto el paisaje.
Esta última explicación es la que parece estar ocurriendo en Aryshire, Escocia.
Un estudio de 2003 examinó cómo la ausencia de un horizonte puede trasformar nuestra perspectiva. Investigadores de las universidades italianas de Padova y Pavía construyeron algunos modelos de estas colinas gravitacionales de todo el mundo para que más tarde los participantes del estudio las observasen a través de un agujero que les proporcionase la misma perspectiva a como si estuviesen allí.
Después del primer vistazo, los investigadores jugaron con el horizonte del modelo para ver cómo afectaba a la perspectiva de los voluntarios, más concretamente, cómo percibían ahora la pendiente.
Los resultaron mostraron que, sin un horizonte verdadero a la vista, hitos tales como árboles o señales de tráfico confundían a los cerebros de los voluntarios.
"Encontramos que la pendiente percibida depende de la altura del horizonte visible, que la inclinación de la superficie tiende a ser subestimada con respecto al plano horizontal, y que cuando precede, sigue o flanquea a una colina empinada un tramo ligeramente descendente se percibe cuesta arriba", informaba el equipo a través de 'Psychological Science'.
"Los efectos visuales (y psicológicos) obtenidos en nuestros experimentos eran en todos los aspectos análogos a los resultados obtenidos en los experimentos in situ."
Puedes echar un vistazo a otra de estas curiosas colinas, esta vez situada en Pensilvania:
Así que ya lo sabes, este aparente capricho de la naturaleza no es más que un fallo en nuestro increíble y sofisticado cerebro. No sé por qué, pero nunca más volveré a mirar una pendiente con los mismos ojos.