¿Por qué disfrutamos tanto con el mal ajeno?
Hace poco, en una cuenta de Facebook, comenzó a circular un meme sobre el actor y escritor Wentworth Miller. Era la típica viñeta del «antes y después» donde se muestra cómo cambia la apariencia de algún famoso. En este caso se mostraba una de las imágenes con las que Miller promocionó la serie de televisión «Prison Break» junto a otra imagen donde él aparecía bastante desmejorado algunos años más tarde.
Este es el tipo de historia sobre cambios físicos increíbles de famosos que nos encontramos todos los días por internet y que la mayoría de las veces las celebridades afectadas no se molestan ni en responder.
Pero esta vez fue diferente, Miller decidió dar su opinión acerca de la foto.
«Hoy me he visto como protagonista de un fenómeno de internet. No es la primera vez que me ocurre. Sin embargo, esta vez es diferente al resto.
Durante el 2010, estando casi retirado de la actuación, intentaba pasar desapercibido por numerosas razones.
La primera y principal es que llegué a contemplar el suicidio. Este es un tema sobre el que ya he escrito y hablado bastante. Pero en ese momento sufrí en silencio como muchos otros hacen. Muy pocos sabían de los problemas que estaba pasando.
Avergonzado de mí mismo, me consideraba una mierda. Unas voces en mi cabeza me gritaban que siguiese el camino de la autodestrucción. No era la primera vez que me ocurría.
He estado luchando contra la depresión desde la infancia. Es una batalla que me ha costado tiempo, oportunidades, relaciones y miles de noches de insomnio.
En 2010, durante el momento más duro de mi vida adulta, buscaba por todas partes un poco de alivio, comodidad o distracción, y lo encontré en la comida. Podría haber sido cualquier otra cosa, drogas, alcohol, sexo… Sin embargo, comer se convirtió en lo único que me motivaba. Era lo que me ayudaba a pasar por aquello. Había etapas donde los mejores momentos de la semana eran mientras comía mi comida favorita o mientras veía un nuevo episodio de TOP CHEF. A veces eso era suficiente para mí. Tenía que serlo.
Un día, mientras caminaba por Los Angeles con un amigo nos cruzamos con un equipo de grabación que grababa un reality show. Sin saberlo, los paparazzi se giraron y me tomaron unas fotos que luego publicaron junto a otras imágenes mías de otros momentos mejores de mi carrera.
Mi madre, como todos, tiene uno de esos «amigos» que siempre es el primero en dar las malas noticias. Un día, le envió un recorte de uno de esos artículos publicados en una revista popular de tirada nacional por lo que me llamó muy preocupada. En 2010, mientras luchaba por mi salud mental eso era lo último que necesitaba.