Hace unos días, a mi compañero de trabajo se le acercó una niña pequeña que no tendría más de tres años. La niña lloraba desconsoladamente porque en un despiste se había separado de su madre y se había perdido.
Compañero: Se dirige hacia mí mientras agarra a la niña de la mano y me dice, «¿Puedes emitir un anuncio por megafonía para intentar localizar a la madre? Mientras tanto yo cuidaré de ella.»
Mi compañero se lleva a la pequeña hasta la zona infantil para intentar entretenerla. Mientras cubrí el puesto de mi compañero haciendo anuncios por megafonía describiendo a la niña y pidiendo a sus padres que aparezcan por la recepción. Después de unos 15 minutos mi compañero volvió desesperado.
Compañero: «La niña no se calma, cada vez está más nerviosa y asustada. No puedo distraerla con lápices de colores para siempre. No creo que la madre esté en la tienda, ya debería de haber aparecido.»
Encargado: «Tienes razón, ha pasado demasiado tiempo como para que la madre no haya dado señales de vida. Llamaré a la policía.»
En ese momento, una mujer aparece por la zona infantil y agarra a la niña del brazo ignorando por completo el hecho de que la niña estuviese llorando desconsoladamente.
Encargado: «¿Es usted su madre?»
Mujer: «Sí.»
Encargado: «Hemos estado preguntando por usted cerca de 20 minutos. ¿Estuvo en la tienda todo este tiempo?»
Mujer: «Claro.»