Descubre la sorprendente experiencia de esta mujer transgénero el día que regresó al trabajo con un aspecto totalmente diferente. Su historia no te dejará indiferente.

¡Gente del mundo prestad atención, esto es importante!

Mi esposa Zoe es transexual. Ha pasado un tiempo desde que tomó unas vacaciones en su trabajo y comenzó con un tratamiento hormonal que la está ayudando a sacar toda su feminidad a la luz. Ha sido un proceso lento, a menudo de difícil de explicar al resto de la sociedad por el miedo que incoherentemente transmite esta inusual noticia.

Una de las mayores preocupaciones que teníamos mi esposa y yo era la reacción que tendrían sus compañeros del trabajo cuando vieran su radical cambio de imagen.

Mi esposa trabaja en una empresa bastante grande de tecnología junto a muchos empleados predominantemente masculinos. Hace unos 15 años que ella trabaja en aquel lugar, por lo que la reacción que podía haber tras todo ese tiempo refiriéndose a ella como "él", o pasar de llamarla señor a "señora", era algo que nos estaba atormentando a ambos.

Si bien existen leyes en Ontario (Canadá) que protegen los derechos de los empleados transgénero, estas no sirven de nada ante situaciones de desprecio, vergüenza o la pérdida de amistades en el trabajo. Incluso el ambiente laboral, uno en el que estás completamente cómodo, puede convertirse en un entorno hostil al que tendrás que ir todos los días simplemente porque las personas de allí simplemente te toleran en lugar de aceptarte.

Por mucho que nos costase, el regreso a la vida normal tenía que llegar, así que Zoe decidió enviar a sus compañeros un correo cuidadosamente elaborado en el que les adelantaba la noticia para que no causase tanto espectáculo el día de su vuelta a la oficina.

Sorprendentemente, el apoyo que recibió Zoe fue inmediato y muy numeroso, más de 75 personas le escribieron en respuesta con unos mensajes cargados de ánimo y apoyo.

Cuando llegó el día de volver a la oficina, a pesar de conocer el pensamiento de sus compañeros y de haber leído aquella cantidad de respuestas positivas a su correo, todavía se sentía muy nerviosa con la situación que experimentaría al reencontrarse con sus amigos.

Tengo que admitir que incluso yo estaba echa un flan. Le hice prometer que me mantendría informada cada pocas horas por si tenía que presentarme allí por algún problema. La verdad es que soy un poco sobreprotectora, pero no puedo evitarlo.

Llegado el momento, sus compañeros de trabajo nos dieron una increíble lección de respeto, educación y humildad.

Cuando Zoe llegó a la oficina pudo ver cómo algunos de sus compañeros habían decorado su puesto de trabajo para recibirla con los brazos abiertos.

Además, se esforzaron para que su nuevo nombre se pudiese ver desde cualquier lugar de la oficina para que a nadie se le olvidase.

Cuando mi esposa asomó por la puerta, sus compañeros la recibieron con un hermoso lirio y una tarjeta de bienvenida.

Para culminar, a las diez de la mañana, durante la reunión que tenía prevista, se sorprendió al descubrir que realmente era una sorpresa de bienvenida en el que apoyaban su verdadero "yo", donde hubo café, pastelitos y muchísimos abrazos.

Cuando llegué a la oficina de mi mujer aquel día, en vez de ir con los puños preparados fui con los brazos abiertos para agradecerles a todos cómo habían cuidado de la persona que tanto quiero.

Ojalá viviésemos en un mundo donde este tipo de cosas no fuesen algo tan preocupante.

Por desgracia, esta bonita experiencia que tuvo mi esposa Zoe no es lo que le suele ocurrir a aquellas personas que deciden cambiar de sexo. Vivimos en un mundo con unas leyes y unas normas que directamente señalan a personas como mi esposa. Vivimos en un mundo en el que una familia como la mía recibe amenazas por atreverse a defender los derechos de los transexuales. Vivimos en un mundo donde no podemos viajar a ciertos lugares por temor a la discriminación en el mejor de los casos.

Por eso, cuando veo que ocurren cosas como estas, sobre todo cuando ocurren en mi entorno, no puedo evitar compartirlo con todo el mundo para hacerlos partícipes de mi alegría. Intentemos normalizar estas situaciones de una vez, celebremos la diversidad en vez de odiarla o temerla.

Se gastan demasiadas energías juzgando a los demás, es mucho más fácil y gratificante apoyar a las personas con las decisiones que toman en sus vidas.

¡Comparte esta fantástica historia con todos tus amigos!

Fuente: Upworthy