El principito, escrita por Antoine de Saint-Exupéry, es uno de los libros más leídos de todos los tiempos. Y aunque está considerado un libro infantil por su sencillez narrativa, lo cierto es que trata temas tan profundos como el sentido de la vida, el amor, la amistad, la soledad o la pérdida.
Así que, si cada libro nos deja un tesoro y una enseñanza, los de El Principito son realmente especiales. Conoce algunas de las que te podrían ayudar a ser mejor persona.
10 Enseñanzas que nos ha dejado El Principito y que nos ayudan a ser mejores
En una charla sobre las rosas, el zorro le dijo al Principito: «He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos».
Lo más valioso de la vida no se toca ni se mide, ni siquiera puede pagarse con dinero. Lo material poco importa, lo importante es lo emocional.
Esta frase demuestra cómo los adultos se olvidan poco a poco de lo que significa ser niño, esa etapa de la vida en la que la bondad y la ilusión están más presentes que nunca. Hay ciertos aspectos, en los que nunca deberíamos dejar de ser niños.
La felicidad no te la va a dar nada ni nadie, la felicidad vive en ti mismo. Primero es necesario que estés a gusto contigo mismo, y ya luego podrás compartir esa felicidad con otra persona.
Una frase que hace mención a la importancia de equivocarse, de tomar caminos inesperados y de asumir riesgos en el camino de la vida para tener éxito.
Una idea que explica que las personas deben centrarse en terrenos donde su capacidad de trabajar se encuentre con su habilidad para disfrutar, en lugar de hacer de tu vida un lugar repleto de insatisfacciones.
La autocrítica es la base de todo. Solo lográndola se podrá alcanzar la riqueza espiritual. Conocerse es un acto de valentía, ya que no siempre reflexionamos sobre nuestros actos o hacemos una autocrítica de ellos.
Esta frase explica que uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Cuando estaba el Principito muy lejos, recuerda aquella flor que abandonó en su planeta y se lamenta por ello.
A medida que nos hacemos mayores, vamos acumulando experiencias, pero también vamos aumentando nuestras capas de desconfianza. Perdemos la frescura que nos da la inocencia: el observar, explorar y experimentar lo nuevo que nos ofrece cada día.
No hay que valorar a la gente por aquello que tiene, sino por quién es. «Nunca preguntan: ‘¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solamente con esos detalles creen conocerte».
Todo lo que sucede al otro lado del mundo, de una u otra manera, termina por afectarnos. Todas nuestras acciones tienen consecuencias.