Landsteiner, el origen de los grupos sanguíneos que demostró la importancia para el cuerpo tras extraños experimentos

Landsteiner, el origen de los grupos sanguíneos que demostró la importancia para el cuerpo tras extraños experimentos

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¿Por qué el 40% de los caucásicos tiene sangre tipo A, mientras que entre los asiáticos únicamente la tienen el 27%? ¿De dónde provienen los diferentes tipos de sangre?

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En 1900, el médico austríaco Karl Landsteiner descubrió por primera vez la existencia de los diferentes grupos sanguíneos, lo que le valió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1930. Desde entonces, los científicos han desarrollado herramientas cada vez más poderosas para investigar la biología de los tipos de sangre y así poder mejorar la aplicación de nuevos medicamentos.

Si bien se ha aprendido mucho sobre ellos, los grupos sanguíneos siguen siendo extrañamente misteriosos. De hecho, los científicos todavía no han encontrado una buena explicación de su propia existencia.

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"¿No es sorprendente?" decía Ajit Varki, biólogo de la Universidad de California, San Diego. "Casi 100 años después de que se otorgase el Premio Nobel por este descubrimiento, todavía no sabemos exactamente para qué sirven".

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Gracias a que los médicos saben de la existencia de los diferentes tipos de sangre, pueden salvar vidas transfundiendo sangre a sus pacientes. Sin embargo, durante la mayor parte de la historia, la idea de dar sangre de una persona a otra fue bastante desastrosa.

Los médicos renacentistas ya reflexionaron sobre qué sucedería si inyectaban sangre en las venas de sus pacientes. Algunos pensaron que podía ser un tratamiento para todo tipo de dolencias, incluso la locura. Finalmente, en la década de 1600, algunos médicos llevaron a cabo sus ideas con unos resultados desastrosos.

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En una ocasión, un médico francés inyectó sangre de ternero a un enfermo que poco después comenzó a sudar, vomitar y producir orina de color oscuro. Tras una segunda transfusión, el pobre hombre murió irremediablemente.

Tales calamidades dieron a las transfusiones muy mala reputación durante 150 años. Incluso en el siglo XIX, solo unos pocos doctores se atrevieron a probar el procedimiento. Uno de ellos era un médico británico llamado James Blundell. Al igual que otros médicos de su época, vio a muchas mujeres morir desangradas durante el parto.

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"No podía dejar de pensar que la mujer podría haberse salvado con una transfusión", escribió más tarde.

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Blundell no se lo pensó dos veces y se propuso diseñar un sistema de embudos, jeringas y tubos que pudieran canalizar la sangre de un donante a un paciente enfermo.

Después de probar el aparato en perros, Blundell se vio en la situación de ayudar a un hombre que se estaba desangrando. "La transfusión podía darle una oportunidad de vivir", escribió.

Varios donantes le dieron a Blundell 400 ml de sangre que inyectó en el brazo del hombre. Después del procedimiento, el paciente afirmó que se sentía mejor, pero dos días después falleció.

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Aún así, la experiencia convenció a Blundell de que la transfusión de sangre sería un gran beneficio para la humanidad, y continuó inyectando sangre a pacientes que se encontraban desesperados. En total, realizó 10 transfusiones de sangre, pero solo 4 pacientes sobrevivieron.

Otros doctores también experimentaron con transfusiones de sangre con unos índices de éxito igual de desalentadores. Se hicieron numerosas pruebas, incluidos los intentos de 1870 de utilizar leche en las transfusiones (que, como era de esperar, fueron infructuosas y peligrosas).

Blundell estaba en lo cierto al creer que los humanos solo debían recibir sangre humana, pero desconocía otro hecho crucial sobre la sangre: los humanos solo debían recibir sangre de ciertos humanos.

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Curiosamente, el descubrimiento de los tipos de sangre, unas décadas más tarde, fue el resultado de un procedimiento bastante simple. Las primeras pistas sobre por qué fracasaban las transfusiones tuvieron que ver con la aparición de grumos en la sangre.

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Cuando a finales de 1800 unos científicos mezclaron sangre de diferentes personas en tubos de ensayo, notaron que a veces los glóbulos rojos se unían. Como la sangre provenía de pacientes enfermos, los científicos pensaron que los grumos eran causados por una especie de patología que no valía la pena investigar.

Nadie se molestó en ver si la sangre de la gente sana se comportaba de la misma manera, hasta que Karl Landsteiner lo comprobó. Inmediatamente pudo ver que las mezclas de sangre sana a veces también formaban cúmulos.

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En un intento de analizar el patrón de agrupamiento, Landsteiner recolectó sangre de los miembros de su laboratorio, incluido él mismo. Separó cada muestra en glóbulos rojos y plasma, y ​​luego combinó plasma de una persona con células de otra.

Landsteiner descubrió que la aglomeración solo se producía si mezclaba la sangre de ciertas personas. Al trabajar con todas las combinaciones, hizo tres grupos a los que les asignó nombres completamente arbitrarios A, B y C. (Más tarde, C pasó a llamarse O, y unos años más tarde, otros investigadores descubrieron el grupo AB).

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A mediados del siglo XX, el investigador estadounidense Philip Levine descubrió otra forma de categorizar la sangre dependiendo de si tenía el factor sanguíneo Rh. El signo de "+" y "-" al final de las letras de Landsteiner indica si una persona tiene ese factor o no).

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Cuando Landsteiner mezcló la sangre de diferentes personas, descubrió que seguía ciertas reglas. Si mezclaba el plasma del grupo A con glóbulos rojos de otra persona del grupo A, el plasma y las células permanecían líquidas.

La misma regla se aplicaba al plasma y a los glóbulos rojos del grupo B. Pero si Landsteiner mezclaba plasma del grupo A con glóbulos rojos del B, las células se agrupaban (y viceversa).

La sangre de las personas del grupo O era diferente. Cuando Landsteiner mezclaba glóbulos rojos A o B con plasma O, las células se agrupaban. Pero si mezclaba plasma A o B con glóbulos rojos O, no se formaban grumos.

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Son estas aglomeraciones lo que hace que las transfusiones de sangre sean tan potencialmente peligrosas.

Landsteiner no sabía qué era lo que diferenciaba un tipo de sangre de otro. Fueron las generaciones posteriores de científicos los que descubrieron que los glóbulos rojos de cada grupo poseen diferentes moléculas en su superficie.

El sistema inmune de cada persona se familiariza con su propio tipo de sangre. Si las personas reciben una transfusión del tipo incorrecto de sangre, su sistema inmune responde como si la sangre fuera un invasor.

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La excepción a esta regla es tipo de sangre O. Solo tiene antígenos H, que también están presentes en los otros tipos de sangre. Esa familiaridad hace que las personas con donantes de sangre tipo O sean donantes universales.

El descubrimiento de Landsteiner abrió el camino a transfusiones de sangre a gran escala y seguras, e incluso hoy los bancos de sangre usan su método básico de agrupar las células sanguíneas como prueba rápida y fiable para comprobar los diferentes tipos de sangre.

¿Conocías las diferencias entre los distintos grupos sanguíneos?

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Fuente: Sciencealert
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