Existe la creencia de que cada vez que vamos al baño dentro de un avión, los desechos orgánicos que producimos son expulsados al aire para caer libremente sobre cualquier peatón despreocupado.
Cualquier cuñado o mitómano que se precie te dirá que no existe prueba de ello porque estos se descomponen antes de llegar al suelo, pero no, no somos tan crueles como para castigar con una lluvia de caca a nuestros conciudadanos.
Esto es lo que sucede cuando tiras de la cisterna a 10.000 metros de altura:
Los baños de los aviones han recorrido un largo camino desde que los viajes en avión se convirtieran en un método de transporte habitual.
En los primeros aviones se usaban simples y rudimentarios cubos de basura cuando llegaba el momento de hacer de vientre, ahora sin embargo los aviones cuentan con sofisticados inodoros capaces de costar decenas de miles de euros.
Hasta hace poco, se utilizaba un inodoro basado en la solución química Racasán, un líquido de color azul que desintegraba y fulminaba las cacas en un santiamén.
Este sistema está en desuso debido a que en ocasiones experimentaba filtraciones y uno de sus mayores inconvenientes es el peso extra que genera cada baño.
Los inodoros que llevan ahora los aviones están basados en el vacío, ya sea mediante un generador o aprovechando la presión diferencial entre la cabina y el exterior para arrastrar los deshechos hasta un depósito general.
Cuando se "tira de la cadena", se activa un mecanismo que deja caer unos químicos de limpieza y otro de succión que puede alcanzar más de 210 kilómetros por hora. Cuando esto sucede, las heces salen disparadas a más de 200 kilómetros por hora hasta un tanque donde se almacenan junto con las de otros pasajeros.
Una vez que el avión toma tierra, llega la ardua tarea de retirar los excrementos del avión. Llegados a este punto, un operario se encarga de vaciar unos 1000 litros de caca en apenas 10 minutos.
Lo cierto es que es una tarea de mucha responsabilidad, pues el avión no podrá volver a volar si los desechos no han sido retirados de su interior.
Como hemos podido observar en el vídeo del Smithsonian, una vez que el operario ha acabado de cargar las cacas en su camión, se dirige a un desagüe y deja que la gravedad haga el resto.
"Es un buen trabajo, pero el olor no es tan agradabe" explicaba Lothar Mally, operario encargado del servicio sanitario de aviones. Por algo su lema es "nunca te lleves el trabajo a casa".
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