¿Sabías que algunos estudios muestran que un intestino irritable puede desencadenar un cerebro irritable? No es el estado de ansiedad e irritabilidad lo que hace que se te revuelva el estómago, es tu estómago el que hace que te vuelvas ansioso e irritable.
Bueno, quizás supieses lo primera pero, ¿sabías que un vientre hinchado puede causar que tu cerebro se inflame? A continuación descubrirás cómo están conectados tu intestino y tu cerebro y por qué necesitas cuidar de tu intestino si quieres tener sano tu cerebro.
Tu segundo cerebro
El Dr. Michael Gershon, de la Universidad de Columbia, ha calificado al intestino como nuestro "segundo cerebro". De hecho, el intestino es el único órgano que junto con el cerebro cuenta con su propio sistema nervioso.
Se llamamos sistema nervioso entérico (SNE), en contraposición al SNC, o sistema nervioso central. Al parecer, este "cerebro intestinal" proviene del mismo tejido embrionario que da origen al cerebro y también está conectado al sistema nervioso autónomo simpático y parasimpático.
El SNE desempeña diversas tareas importantísimas para nuestro organismo de forma totalmente independiente: es el encargado de que lo que ingerimos vaya en la dirección correcta coordinando la contracción de las células musculares; desencadena la liberación de hormonas intestinales y enzimas de las células para promover la digestión; también ayuda a mantener el flujo de sangre para absorbe los nutrientes; por último, controla las células inmunes e inflamatorias en el intestino.
Piense en estos dos cerebros como si fuesen máquinas independientes e interdependientes, es decir, funcionan de manera autónoma pero deben coordinarse y comunicarse mediante el sistema nervioso central.
Literalmente, todo lo que sucede en tus entrañas se comunica a tu cerebro a través del SNE. Si tu estómago está estresado, inflamado o tiene muy pocos probióticos, tus intestinos avisarán a tu cerebro al respecto.
Esa noticia hará que tu cerebro esté infeliz. Es por eso que para tener un cerebro feliz, tienes que tener un instinto feliz. Y una de las mejores maneras de hacer eso es mantener saludable tu sistema inmunológico intestinal.
El sistema inmunológico intestinal
Alrededor del 60% del sistema inmunológico se encuentra debajo de una gruesa capa celular que reviste nuestros intestinos.
Su trabajo es dejar paso a los nutrientes: aminoácidos, azúcares, grasas, minerales y vitaminas y mantener alejados a toda clase de bacterias tóxicas y partículas de alimento no digeridas.
De hecho, si la pared interna del intestino delgado de una persona pudiera extenderse en su totalidad, hasta un nivel microscópico, podríamos cubrir con ella totalmente una pista de tenis (e incluso sobrarían unos cuantos metros).
Si esta superficie se descompone, el sistema inmunológico se activa y comienza a reaccionar ante los alimentos, las toxinas y los virus en el intestino, haciendo que tu estado de ánimo cambie.
Por otra parte, las moléculas tóxicas podrían acabar en el torrente sanguíneo, llegar al cerebro y dañarlo, como por ejemplo les ocurren a los pacientes con insuficiencia hepática, los cuales sufren deterioro de su cerebro debido a que no puede eliminar las sustancias tóxicas que se acumulan en la sangre. Este trastorno se denomina encefalopatía hepática.
¿Y cuál es el tratamiento? Esterilizar el intestino con antibióticos.
El problema es que la forma de vida que llevamos y los medicamentos que tomamos dañan todo nuestro ecosistema intestinal. Esto incluye dietas ricas en azúcar, comida basura, bajos niveles de fibra, uso excesivo de antibióticos, antiinflamatorios y el estrés crónico.
Entonces, ¿qué sucede cuando todo sale mal y nuestros intestinos se vienen a bajo debido a la cantidad de toxinas que hay en nuestro cuerpo?
Pues desgraciadamente podemos desarrollar de todo, desde depresión hasta trastorno por déficit de atención con hiperactividad, desde autismo hasta Alzheimer, desde TOC hasta ansiedad.
A continuación te mostramos la historia de una niña que vio como su comportamiento cambió por completo a causa de problemas intestinales y cómo consiguieron arreglarlo:
El testimonio del doctor que compartía la historia decía así:
"Una tarde de primavera, una hermosa niña de seis años entró en mi despacho con su madre y su hermana. A primera vista parecía bastante normal, pero luego conocí la historia de su trágica vida.
Este angelito era extraordinariamente agresiva con su hermana y sus compañeros de clase, pellizcando y golpeándolos en cuanto tenía ocasión, incluso amenazaba con suicidarse regularmente.
Recortó a su madre y a su hermana de las fotos de familia. Estaba ansiosa y desesperada. Los berrinches, los cambios de humor y la búsqueda de atención eran constantes en su comportamiento.
También le diagnosticaron TOC y "perfeccionismo". No consiguió hacer amigos en la escuela, y su madre recibía constantemente llamadas a causa de su mal comportamiento.
Siendo un bebé tuvo bastantes problemas digestivos e infecciones vaginales y rectales. Tenía la piel muy sensible. Y le encantaba el azúcar, los pasteles y los carbohidratos.
Aunque en ese momento la chica no mostraba problemas digestivos, puede que algún que otro desorden estuviese ocurriendo oculto a simple vista, y es que, en nuestros intestinos, las bacterias y las levaduras fermentan los alimentos azucarados y almidonados de nuestra dieta, haciendo que nos "auto-intoxiquemos" con alcohol, un subproducto de este proceso.
De hecho, el comportamiento violento y agresivo tan común en los borrachos puede ocurrir de igual forma a partir del alcohol producido por las levaduras del intestino. Entonces comencé a preguntarme si esta pequeña tenía una pequeña fábrica de alcohol su vientre.
Durante mi investigación descubrí que tenía un nivel muy bajo de magnesio, culpable de la irritabilidad, y también mostraba un déficit de zinc, componente muy importante a la hora de que nuestras enzimas digestivas puedan descomponer la comida con facilidad.
También tenía los problemas típicos de metilación, evidencia clara de que sufría un déficit grave de vitamina B6, B12, y folato.
El hallazgo más increíble en esta ocasión fueron los indicadores que mostraban un crecimiento excesivo de bacterias y levaduras en su estómago. Nunca había visto niveles tan altos en nadie.
Sólo con proporcionarle comida libre gluten y lácteos, alimentos integrales, una dieta orgánica, un poco de aceite de hígado de bacalao, vitaminas B6, B12 y folato para ayudar a la metilación, un multivitamínico y algunos probióticos, la pequeña mejoró considerablemente.
La agresividad y negatividad desaparecieron. La madre decía que antes se veía obligada a castigarle unas 10 veces al día y que a diario se metía en problemas en la escuela, pero por suerte ya no tiene que hacerlo.
¿La solución? Cuidar nuestro estómago
- Deshazte de los alérgenos comunes como el gluten y los productos lácteos.
- Si puedes, evita tomar antibióticos, esteroides, antiinflamatorios y medicamentos.
- Prueba las enzimas digestivas.
- Prueba los probióticos, no son más que las bacterias beneficiosas que normalmente viven en nuestro intestino.
- Sigue una dieta rica en alimentos con fibra y cereales integrales.
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