Durante la semana, cada vez que voy al trabajo, siempre paso por innumerables músicos callejeros dentro de las estaciones de metro y fuera en las aceras. Realmente tienen mucho talento, muchos de ellos son capaces de tocar con una habilidad asombrosa. Otros... no tanta. De cualquier manera, por lo general siempre suelo prestarles atención mientras me apresuro a mi próxima cita con algún cliente. Sé que probablemente me he perdido un montón de diamantes en bruto impresionantes, pero de vez en cuando me encuentro incapaz de ignorar las actuaciones de gran nivel durante mi camino.
Mis favoritos son siempre los que incorporan un sentimiento de alegría en su actuación. Aunque se trate simplemente de una pequeña niña queriendo poner una sonrisa en las caras de los viajeros diarios. Y es que resulta imposible que incluso el más gruñón de los viajeros no sienta que su corazón se derrita.
Cuando Finnsdottir se fue de vacaciones con su familia, se encontró con la oportunidad de dar ese mismo nivel de felicidad a los demás, en la estación de metro de Canary Wharf de Londres. Después de que se encontrase un piano público vacío y sin usar en la parte superior de las escaleras mecánicas, la pequeña Asta se sentó con mucha ilusión. Se podría pensar que la niña elegiría una melodía fácil, tal vez algo como "Mary Had a Little Lamb".
Pero no. Asta decide hacer frente a algo un poco más interesante y emotivo con Mozart "La marcha turca." Sus dedos vuelan sobre las teclas y los extraños no pueden dejar de detenerse y escuchar toda su música. Un hombre se queda particularmente impresionado permaneciendo todo el rato de pie a su lado.
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