Un día, al hijo de un granjero anciano se le escapó el único caballo que tenían. Cuando los vecinos se enteraron, acudieron a su casa para solidarizarse y le dijeron: "Oye, qué desgracia, qué mala suerte", a lo que el anciano contestó sin inmutarse: "Puede ser".
Al día siguiente, el caballo volvió al establo y trajo consigo siete caballos salvajes que le siguieron desde la montaña. Esto convertía ahora al anciano en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos lo visitaron y le dijeron: "Oye, ¡qué buena suerte!". A lo que el anciano respondió: "Puede ser".
Al día siguiente, el hijo del anciano, que era el que le ayudaba con todas sus actividades, se cayó y se rompió una pierna mientras intentaba domar a uno de estos caballos salvajes. Esta situación podía ser un obstáculo, pues se acercaba el invierno y sin el hijo, el anciano tendría grandes problemas.
Los vecinos fueron a ver al anciano de nuevo y le dijeron: "Qué desgracia, qué mala suerte. Ahora tienes los caballos pero no tienes la ayuda de tu hijo. Es algo terrible". Y el granjero anciano les dijo: "Tal vez".
Al día siguiente, llegó el ejército al pueblo para reclutar a todos los jóvenes para una guerra prácticamente suicida, pero al hijo del anciano no lo reclutaron porque tenía una pierna rota, así que se quedó a salvo en casa. Todos los vecinos volvieron a ver al anciano y le dijeron: "Oye, ¡qué bien, qué buena suerte! A mi hijo lo han reclutado y al tuyo no." Y el anciano les contestó de nuevo: "Tal vez".
Esta historia tan sencilla tiene una gran moraleja que solemos olvidar. Es realmente imposible saber si algo que nos ocurre es bueno o malo. Todo tiene sus pros y sus contras. No podemos saber las consecuencias de un golpe de buena suerte ni de un golpe de mala suerte.
En muchas ocasiones, una situación aparentemente adversa termina convirtiéndose en algo positivo y una situación aparentemente positiva puede esconder un problema que nos complique mucho la vida.
Lo que ocurre es que las situaciones negativas nos pueden sumergir en un estado de desesperación tan grande que nos impide ver las oportunidades que hay en ellas. Por el contrario, una situación tan positiva que nos sumerge en un estado de excesiva euforia puede impedirnos ver los riesgos que existen.
Por todo esto, la actitud más inteligente que puedes adoptar es esperar y no sacar conclusiones apresuradas que no llevan a ningún sitio. Las consecuencias de ciertas situaciones pueden ser imprevisibles por lo que no debemos adelantarnos a los acontecimientos.
No quiere decir que no sientas dolor ni intentes solucionarlo, sino que con esta actitud conseguirás que el sufrimiento sea más llevadero y podrás adoptar una actitud más serena al saber que el problema es pasajero. Detente y mira más allá del presente. Busca este cambio de perspectiva si quieres lograr una vida mejor en la que encuentres tranquilidad incluso en mitad de la tormenta.
¿La conocías? ¿Crees que adoptar esa actitud puede ser bueno para tu vida? ¡Cuéntanoslo en los comentarios! ¡Compártelo con todos tus amigos y familiares para que conozcan la parábola del granjero! Fuente:
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