¿Te acuerdas de tus problemas cuando tenías 17 años? Probablemente no fueran nada más grave que peleas con tus hermanos, discusiones con tu madre y algún que otro disgusto con tus amigos o con el chico o la chica que te gustaba.
Pocas personas han tenido que enfrentarse a situaciones realmente graves a esta edad. Pero este no fue el caso de Juliane Koepcke.
Juliane Koepcke creció en Lima, Perú, hasta que a los 14 años se trasladó con sus padres a la selva amazónica, dónde estos establecieron la Panguana Ecological Research Station. Después de dos años acompañándolos en viajes de investigación a la selva, Juliane volvió a Lima para estudiar la secundaria.
El 24 de diciembre de 1971, Juliane, que por entonces tenía 17 años, y su madre abordaron un vuelo desde Lima hasta Pucallpa, la ciudad con aeropuerto más cercana a Panguana. Era una noche de tormenta, y la línea aérea, Lansa, no tenía buena reputación en cuando a seguridad se refería. Decidieron arriesgarse porque no había nada que desearan más que pasar el día de Navidad en familia.
La madre y la chica se sentaron en la segunda fila, dónde había tres asientos. La primera mitad del vuelo de una hora se desarrolló sin incidentes. Pero de repente, un rayo sacudió violentamente el avión, rompiendo el ala derecha.
Las maletas y los regalos empezaron a salirse de los compartimentos superiores, las bandejas de comida y bebida empezaron a derramarse sobre los pasajeros y la gente no paraba de gritar y llorar.
Hubo un silencio y, de repente, el avión empezó a caer en picado sobre la gran selva amazónica.
Los expertos dicen que la resistencia causada por los asientos, junto con su posición y la frondosidad de los árboles, hicieron que Juliane sobreviviera. Milagrosamente sólo sufrió una fractura de clavícula, un corte en el brazo y un ojo hinchado.
Pero el problema no acababa ahí, ahora estaba sola en la selva. Lo primero que hizo fue buscar a su madre, pero no consiguió encontrarla. Lo único que encontró fue una bolsa de caramelos, que sería su comida para los próximos 10 días.
Los incontables viajes con sus padres a la selva le habían ayudado a reconocer insectos y otros animales así como trucos de supervivencia que le ayudaron a mantenerse con vida.
Sabía que tenía que seguir un arroyo, porque le conduciría a un pueblo o a un campamento dónde podría conseguir agua potable. Cerca encontró un riachuelo, caminó río abajo durante días y después de 9 días, encontró un barco.
Tras pasar la noche allí, al día siguiente los madereros la encontraron junto al barco y la llevaron a un lugar seguro. Cuando se reencontró con su padre, ambos se volvieron a Alemania, lugar de origen de éste, para que la chica se recuperara. Años más tarde, Juliane estudió biología y volvió a Perú.
Volviendo la vista atrás, Juliane dice que la peor parte de la experiencia no fue el peligro constante, sino la culpa que sentía por ser la única superviviente del avión. ¿No te parece un auténtico milagro? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!
¡Comparte esta increíble historia con tu familia y amigos! Imagen de portada: wikimedia / primesurvival Fuente: shared / bbc / rd