En muchos colegios e institutos, el hecho de que un niño saque malas notas o repita curso, es la excusa perfecta para considerarle un "caso perdido" y mandarlo a clases de educación especial. En muchas ocasiones, los niños solo necesitan un poco de atención, esforzarse más y sentirse capaces de conseguir lo que se propongan.
Ha llegado a nuestra redacción la historia de un chico que llevaba en clases de educación especial desde primaria. Los profesores no le exigían nada porque consideraban que, al ser mentalmente retrasado, no sería capaz de realizar las tareas que le correspondían. Un día, estando en primero de bachillerato, su vida cambió por completo. Esta es su historia.
"Un día, en primero de bachillerato, entré en una clase para esperar a una amiga. De repente entró en la clase el profesor Washington y me pidió que fuese a la pizarra para realizar un ejercicio. Le dije que no podía hacerlo y me preguntó que por qué no. Le dije que no era uno de sus alumnos y me contestó que no pasaba nada, que fuese a la pizarra de todas formas.
Avergonzado volví a decirle que no podía hacerlo y volvió a preguntarme el por qué. Con la cabeza agachada y temblando por la vergüenza le contesté que era mentalmente retrasado.
Se acercó a mí y me dijo "No vuelvas a decir eso nunca más. La opinión de alguien sobre ti no determina quién eres en realidad".
No podía creer lo que estaba pasando. Por una parte me sentía muy humillado porque todos los alumnos se estaban riendo de mí, pero por el otro me sentía liberado porque me hizo ver que no tenía que limitar mi vida a lo que otros opinaban sobre mí.
Durante mi vida académica, había repetido curso dos veces. Fui calificado como mentalmente retrasado en sexto de primaria, por lo tanto me bajaron un curso y tuve que repetir quinto de primaria. En segundo de secundaria volví a repetir curso. Estos hechos marcaron mi vida.
El profesor Washington siempre defendía que "nadie se siente motivado cuando tienen pocas expectativas sobre él". Este hombre siempre le hacía saber a sus alumnos que tenía grandes expectativas sobre ellos. Así, los alumnos se esforzaban para cumplir con las expectativas de su profesor.
Un día, en segundo de bachillerato, pasé por las puertas del salón de actos de mi colegio y escuché la charla que el profesor Washington le estaba dando a los alumnos de secundaria...
"Tenéis mucha grandeza dentro de vosotros. Cada uno tenéis algo especial. Podéis hacer que vuestros padres se sientan orgullosos. Podéis hacer que vuestro colegio se sienta orgulloso. Podéis hacer que vuestra comunidad se sienta orgullosa."
Todos se levantaron para darle una gran ovación. Cuando salió de la charla, me acerqué a él y le pregunté "¿Crees que dentro de mí hay grandeza?" "Claro que sí", me dijo. Entonces le pregunté que por qué creía que había suspendido tres asignaturas de nuevo y que por qué me costaba tanto aprobar.
"No pasa nada. Eso solo significa que te tienes que esforzar más. Tus notas no determinan quién eres ni lo que podrás conseguir a lo largo de tu vida."
La etapa escolar fue muy dura para mí. Ningún profesor confiaba en mis cualidades, todos acababan pasándome la mano y aprobándome para que pudiese pasar de curso. Pero el profesor Washington me exigió. Sabía que podía esforzarme mucho más y me hizo sentir válido. Hizo que me diese cuenta de que podía lograr lo que me propusiese si luchaba por ello.
A día de hoy soy productor audiovisual, ya he producido 5 programas que han salido en televisión y todo lo he conseguido con mucho esfuerzo y dedicación. Él hizo que me diese cuenta de que podía llegar a ser todo lo que quisiese.
Gracias profesor Washington."
Como decía Goethe, "Mira al hombre tal y como es y solo se volverá peor. Mírale como si fuese esa persona que podría ser y se convertirá en lo que debería ser".
A veces a los jóvenes solo debemos darle las herramientas necesarias para que sientan que tienen el potencial suficiente para conseguir todo lo que se propongan. Deben ser conscientes de que su esfuerzo tendrá recompensa.
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