Esta mujer tuvo una revelación. Se dio cuenta de que había estado maltratando a su marido todo este tiempo...
Un día le dije a mi marido que parase por la tienda y comprase algunas cosas para la cena. Cuando llegó a casa dejó la bolsa en la cocina. Yo empecé a sacar las cosas de las bolsas y fue entonces cuando me di cuenta de que había traído unas hamburguesas con un 70% de carne magra y un 30% de grasa.
Yo: "¿Qué es esto?"
Mi marido: "Carne para las hamburguesas. -Respondió un poco confundido.-
Yo: "No has comprado la correcta."
Mi marido: "¿Enserio? -Respondió con el ceño fruncido- ¿Querías otra marca o algo?.
Yo: "No te enteras. Has traído una carne de 70/30 y yo siempre compro de 80/20."
Mi marido: "¿Eso es todo?" -Dijo riendo- "Pensé que realmente había metido la pata o algo así."
Así es como empezó todo. La tomé con él, le reproché que no fuese más inteligente. ¿Por qué no eligió la opción más saludable? ¿sabe por lo menos leer las etiquetas? ¿por qué no puedo encargarle nada? ¿tengo que estar detrás suya para cada cosa que hace? Y lo que más me ofendió, ¿por qué no era más observador? ¿cómo no se había dado cuenta del tipo de carne que he comprado todos estos años? ¿no presta atención a nada de lo que hago?
Mientras él soportaba toda la furia de mi indignación murmuraba respuestas como: "Nunca me había fijado", "no creo que sea para tanto" o "lo haré bien la próxima vez". Vi como su cara iba adquiriendo una expresión que había visto ya bastante estos últimos años. Era una combinación de resignación y desmoralización. Se parecía bastante a la cara que ponía nuestro hijo cuando lo castigábamos. Fue entonces cuando me di cuenta. "¿Por qué estaba haciendo esto? No soy su madre."
De repente me sentí muy mal. Me avergonzaba de mí misma. Él tenía razón. No era lógico formar aquel alboroto por esa tontería y yo estaba haciendo precisamente eso, me enfurecí por un simple paquete de carne que él compro diligentemente cuando se lo pedí. Debí de ser más clara. No sabía como retomar la conversación sin parecer que tenía doble personalidad así que simplemente dije: "Bueno las haré con esta. Voy a hacer la cena".
Él pareció aliviado por que todo terminase y salió de la cocina.
Luego de que se marchase me senté en la cocina y recapacité sobre lo que acababa de hacer. Recapacité sobre lo que probablemente había estado haciendo todos estos años. En esa "pelea de la carne" no fue la única vez que le había gritado por hacer algo mal. Siempre le recriminaba que colocaba las cosas en lugares equivocados o dejaba algo fuera de su sitio. Siempre estaba yo ahí para señalarlo.
¿Porqué hacía eso? ¿En qué me beneficia menospreciar constantemente a mi marido? El hombre con el que elegí pasar el resto de mi vida. El padre de mis hijos. El hombre con el que quiero envejecer. ¿Por qué intento cambiar siempre la manera en la que él hace las cosas sin importancia? ¿Voy a lograr algo bueno? Es evidente que no si tengo que seguir haciendo eso. ¿Por qué veo normal que él tenga que recordar la forma en la que lo quiero todo? Los casos en los que lo hace diferente ¿está equivocado? ¿Cuándo convertí mi manera en la mejor manera?
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¿Cómo se sentirá él? Seguramente piense: "Wow, menos mal que mi mujer estaba ahí para corregirme." Lo dudo mucho, probablemente sienta que le recrimino cosas sin motivo. Seguro que piensa que la mejor forma de reducir los problemas es dejando de hacer cosas conmigo o evitándome.
Dos ejemplos de ello:
Hace poco encontré un trozo de cristal en el suelo de la cocina. Le pregunté qué había ocurrido. Él dijo que rompió sin querer un vaso la noche anterior. Cuando le pregunté por qué no me lo había dicho me dijo: "Lo recogí y lo tiré todo porque no quería crear una pelea por esto."
O aquella otra vez en la descubrí un par de calcetines en el cubo de la basura cuando iba a sacar el contenedor fuera de casa. Yo le pregunté qué había pasado, por qué los había tirado. Me respondió que cayeron en la colada con mis pantalones por accidente. "Cada vez que hago la colada tienes la necesidad de recordarme que no mezcle los colores con el blanco, no me di cuenta y no quiero que pienses que no se lavar la ropa después de 35 años."
Pensando bien en esos dos "delitos", un vaso roto y un par de calcetines, ambos son errores que cualquiera puede cometer. Pero él tenía razón. Al ver el trozo de cristal no pude evitar mirarlo y culparlo no solo por su torpeza sino también por su triste intento de limpiar el desastre. Con los calcetines, a pesar de que había dicho claramente que fue un accidente, le eché un sermón para que prestase más atención la próxima vez. Cada vez que surgía un problema de este tipo acaba sentándose en algún lugar y murmurando: "Supongo que no es tan importante para mí."
Ahora sé qué es lo que quería decir con, "Esta cosa tan tonta no sé por qué te molesta tanto". Yo lo interpretaba como que él no se preocupaba por mi felicidad. Terminé viéndolo como "Este tío no lo entiende, soy el cerebro de esta familia."
Comencé a reflexionar sobre lo ocurrido y recordé el comportamiento de mis amigas en sus relaciones y me di cuenta de que no era la única. De alguna manera, muchas mujeres habíamos caído en la creencia de que somos las mejores haciendo las cosas. Hay incluso un dicho que refuerza esta creencia. "Esposa feliz, vida feliz."
Es un estereotipo muy común. Mira los anuncios, todos llenos de situaciones donde aparece un marido con algún problema y una esposa inteligente con la solución. Nos venden que él no puede cocinar o que no puede cuidar de los niños. Si lo mandas a comprar tres cosas, él volverá con dos, y las dos que traiga no serán las que querías. Todo esto lo vemos una y otra vez.
Lo que me molesta de todo esto es que constantemente se les manda un mensaje a nuestros maridos que dice: "No te respetamos. No creemos que seas los suficientemente inteligente para hacer las cosas de forma correcta. Esperamos que te equivoques." Dándoles ese tipo de refuerzo negativo todos los días sienten que no pueden hacer nada bien (a sus ojos). Todo esto no es nada beneficioso ni para él ni para el matrimonio.
¿Hacía mi marido lo mismo conmigo? Tan segura estoy de que hay un incontable número de esposas que no le hacen esto a su marido, como también estoy segura de que hay muchísimos hombres que les hacen lo mismo a sus esposas. Pero no creo que sea una característica típica de los hombres.
Mientras estaba sentada pensando en ello, me di cuenta de que mi marido no tiene ese mismo comportamiento conmigo. Pensé incluso en los momentos en los que yo cometí algún error, como aquella vez que bajé la puerta del garaje y rayé el coche y él no me dijo nada. O aquella vez que haciendo la cena me distraje hablando con mi madre y lo quemé todo y el simplemente dijo que pidiésemos una pizza. Aquella vez que intenté poner todos los muebles nuevos en el patio y dejé sus herramientas buenas bajo la lluvia. "Estas cosas pasan" fue todo su reproche.
Me estremecí al pensar en lo que habría ocurrido si hubiese pasado al revés.
Entonces, ¿Es mejor persona que yo? ¿Por qué no me corta la cabeza cuando no hago las cosas como a él le gustan? No recuerdo la última vez que él intentó imponerme su forma de realizar las tareas. ¿Pero por qué?
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Tal vez debería de hacer lo mismo que hace él y pensar que esas cosas no son tan importantes para mí. Las cosas sin importancia no le son suficiente para formar una pelea. No hay nada que quiera cambiar de mí. Eso no lo convierte en un tonto o en un inepto. Simplemente no se preocupa por los pequeños detalles como lo hago yo. Es por eso que no se enfada cuando los problemas ocurren al revés.
La conclusión de todo esto es que elegí a mi marido para que fuese mi pareja. Él no es ningún sirviente ni mi empleado. Tampoco es mi hijo para que yo cuide de él. No creo que fuese un idiota cuando me casé con él. No necesita que le esté sermoneando constantemente por la forma en la que hace algunas cosas.
Cuando llegué a esa conclusión, comencé a pensar en todas sus cosas buenas. Es muy inteligente, buena persona, dedicado, increíblemente atento con sus hijos, y siempre me ayuda en casa, (solo que no lo hace a mi gusto). Aún más, no solo no me regaña cuando me equivoco, sino que es muy agradable conmigo. Siempre que él sabe que me gustan las cosas de alguna forma intenta recordarlo en el futuro. En vez de centrarme en esas maravillosas cualidades me aferraba a las negativas.
Si seguimos intentando que nuestros maridos se sientan tontos e inferiores porque se equivoquen de vez en cuando, llegará un momento en el que no hagan nada, o peor, crean que verdaderamente son inútiles.
En mi caso, mi marido es mismo hombre que afortunadamente cambió mis neumáticos bajo la lluvia. El hombre que enseñó a nuestros hijos a montar en bicicleta. La persona que estuvo a mi lado toda la noche cuando mi madre estaba enferma. El hombre que siempre ha trabajado duro para procurarme una vida decente y mantener a su familia.
Él sabe hacer miles de cosas que yo desconozco y sin embargo le echo el sermón cuando deja un plato sucio fuera de su sitio. Es un buen hombre que hace mucho por mí, y no se merece que lo acose de esta manera por tonterías.
Desde que tuve esa revelación. Intenté controlarme a mi misma cuando empiezo a darle la lata. No lo consigo al 100% pero he mejorado mucho. Y he visto un pequeño cambio que ha provocado una gran mejora en nuestra relación. Las cosas están mucho más relajadas. Me parece que estamos mucho mejor ahora. Creo que ambos estamos empezando a vernos como compañeros de confianza y no como adversarios en nuestro día a día. Incluso he llegado a aceptar que en algunas ocasiones su forma de hacer las cosas puede ser mejor.
Se necesitan dos personas para hacer una alianza. Nadie tiene siempre la razón y nadie es siempre el malo. ¡Comparte esta historia con todos tus amigos! ¿Qué piensas al respecto?
Fuente: Hrtwarming