Si sientes la necesidad de darle las gracias al hombre que salvó al mundo en persona, ten cuidado, puede ser una tarea difícil. Tendrías que viajar a Moscú.
Se trata del teniente coronel Stanislav Petrov, que en la década de 1980, en plena Guerra Fría, fue el encargado del sistema de alerta temprana de los misiles nucleares estadounidenses en Rusia.
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La noche del 26 de septiembre de 1983, Petrov estaba de servicio en Serpukhov-15, un puesto de mando de alto secreto en los densos bosques al sur de Moscú. Su trabajo consistía en coordinar la defensa aeroespacial rusa y analizar los datos de un satélite capaz de detectar un primer ataque nuclear de los EE.UU., una idea que en la mente de la Unión Soviética no era muy factible en ese momento.
Cuando esto ocurriese, debía seguir un protocolo sencillo y claro. Tras verificarlo, debía alertar a su superior, quien de inmediato iniciaría el contraataque con armamento nuclear masivo sobre los Estados Unidos y sus aliados.
Ese mismo día, pasada la media noche, a las 00:15 horas, las luces de alerta comenzaron a parpadear y comenzó a sonar una alarma con un fuerte sonido. Esto indicaba que un misil venia desde la costa oeste de EE.UU. Petrov y sus compañeros se temían lo peor.
"Vi que habían disparado un misil y que se dirigía a nosotros. Fue una descarga de adrenalina. Nunca lo olvidaré."
¿Podría ser una falsa alarma? Petrov pidió a sus compañeros los telescopios satelitales para una "confirmación visual". Con la atmósfera nublada, fue imposible confirmarlo. El monitor mostró uno, luego dos, y después cinco pitidos de misiles aparentes así que se vio obligado a tomar una decisión. Sabía que si informaba de lo que estaba avisando el sistema a la dirección soviética, desencadenaría la Tercera Guerra Mundial.
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Con los repuntes en la pantalla, Petrov tenía 15 minutos para tomar una decisión. Rara vez, el destino del mundo había estado en manos de un solo hombre.
Petrov decidió dar a los estadounidenses el beneficio de la duda y tomarlo como una falsa alarma, ya que pensó que si iban a atacar lo harían con más de cinco misiles. Esta decisión fue tomada sabiendo que si estaba equivocado, una explosión 250 veces mayor a la de Hiroshima tendría lugar.
Finalmente, las alarmas dejaron de sonar. Había tomado la decisión correcta y había salvado al mundo de un cataclismo nuclear.
Sus compañeros se reunieron para proclamarlo un héroe. Se bebió medio litro de vodka como si fuese agua, durmió durante 28 horas y regresó al trabajo donde sus compañeros agradecidos le compraron un televisor portátil de fabricación rusa como recompensa. Su superior le dijo que sería condecorado por haber evitado una catástrofe. Pero no fue así.
El gobierno ruso no se podía permitir que el pueblo y EEUU se enterasen de lo sucedido. Recibió una reprimenda por no cumplir el protocolo, se le descendió de puesto y más tarde, le dieron una jubilación anticipada.
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Stanislav sobrevivió con una mísera pensión de 200 dólares al mes. Pero en 1998, su comandante jefe que estuvo presente aquella noche, reveló lo ocurrido en un libro que por casualidad llegó a Douglas Mattern, el presidente de la Organización Internacional de Paz. Este se propuso encontrarlo para premiarle.
Finalmente lo encontró sin afeitar, muy desaliñado y luchando por cuidar a su mujer, que se moría de cáncer. Le contó toda la historia y finalmente añadió:
"No me considero un héroe, solo un oficial que cumplió con su deber en un momento de gran peligro para la humanidad. Solo fui la persona correcta, en el lugar y momento indicado”.
"En un mundo tan lleno de vanidosos que pretenden salvar algo cuando en realidad lo único que hacen es daño a los demás y al planeta. En un mundo tan lleno de miserias, mezquindades, egos, avaricia y ambiciones, la humildad de este hombre y su indiferencia por la fama y la importancia, estremece profundamente," dijo Mattern.
Se concluyó que pudo llegar a salvar entre 3 y 4 millones de personas con su decisión.
