Este chico tuvo que llamar al 112 cuando su padre disparó a su madre

Este chico tuvo que llamar al 112 cuando su padre disparó a su madre

  • Compártelo en redes
 banner
Enlace patrocinado

Era un día tan bonito cuando trajimos a Andy a casa. Los rayos del sol calentaban el coche. La pequeña Bethany de 6 años estaba sentaba en la parte trasera del coche con su nuevo hermano. Le hablaba amistosamente sobre su nuevo cuarto, la casa y lo bien que lo pasarían a partir de ahora viviendo juntos.

{keyword}
boy-694763_960_720.jpg

Enlace patrocinado

El pequeño Andy, de 4 años, se sentaba extrañado justo detrás de mi asiento. Sus ojos marrones estaban vacíos. Con tan solo 3 años tuvo que ver a su madre muerta sobre su propia sangre. En seguida llamó al 112, pero no volvió a verla.

Su madre le enseñó todo lo que pudo en los únicos tres años que pasaron juntos.

Después de tener a Bethany no pude volver a quedarme embarazada y decidimos adoptar. Nos encantaba la idea de poderle dar a un chico huérfano un hogar feliz y saludable. Nuestros amigos y nuestra familia estaban encantados con los planes de adoptar a Andy, aún así nos advirtieron que tendríamos que tener mucho cuidado al adoptar un niño que había pasado por una situación tan aterradora siendo tan pequeño. Estaban asustados porque el niño no pudiese volver a ser el mismo de nuevo.

Enlace patrocinado

Mi marido, Seth, Bethany y yo estábamos muy entusiasmados con el hecho de tener un nuevo miembro en la familia a quien querer y cuidar. Tuvimos tres abortos y Andy era un regalo en forma de esperanza.

Cuando llegó a casa por primera vez estaba muy tímido y callado, no nos dejó que nos acercásemos mucho a él. Si intentábamos abrazarle se quedaba quieto como un palo con los brazos estirados y pegados al cuerpo. Sus ojos marrones seguían vacíos.

Empecé a preocuparme pensando en si mis amigos tenían razón con sus advertencias. Quizás no seríamos capaces de conseguir entrar en su corazón y curar sus heridas desde dentro. Quizás él nunca podría superar esa situación.

Beth y yo intentábamos de vez en cuando demostrarle nuestro amor, ese que él tanto necesitaba. Incluso Bethany sentía mucho aprecio por su nuevo hermano.

Con el tiempo, Andy fue creciendo y aceptando nuestras muestras de cariño hasta el punto de extender él también sus brazos para abrazarnos a nosotros. No nos abrazaba con tanta fuerza pero solo el hecho de intentarlo nos ilusionaba mucho. Aún así, por mucho que le decíamos que le queríamos, él nunca nos lo decía. Sus ojos no dejaban de estar vacíos.

Enlace patrocinado

Nunca perdíamos la esperanza de que algún día Andy nos demostrase todo su amor.

Un día de noviembre, cayó la primera nevada del año. Bethany y Andy salieron al patio a jugar con la nieve. Yo les observaba por la ventana. Abrían su boca al máximo para poder alcanzar los copos con sus lenguas. Las lágrimas recorrían mis mejillas al ver a mis dos pequeños jugando y riendo.

Al rato Bethany entró corriendo en casa. Le faltaba la respiración. "Mamá, mamá, Andy tiene algo muy importante que decirte".

"Vale cariño", le dije y me giré para mirar a Andy. Su nariz estaba roja del frío. "Dime mi amor", le dije agachándome para estar a su altura.

En ese momento se agarró a mí rodeándome con sus pequeños bracitos y comenzó a llorar, "te quiero mamá", me dijo.

Le abracé todo lo fuerte que pude y entre lágrimas le dije "yo también te quiero cariño, mamá te quiere muchísimo".

¡Comparte esta preciosa historia si te ha gustado!

Enlace patrocinado
  • Compártelo en redes