Conoce a Michael, el niño huérfano que conmovió con su historia a su compañero de vuelo

Conoce a Michael, el niño huérfano que conmovió con su historia a su compañero de vuelo

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A veces cuando viajamos, buscamos tranquilidad y nos molestamos cuando nos toca compartir trayecto con niños. Sin embargo, hay ocasiones en las que los niños nos sorprenden y nos dan una lección de vida. No dejes de leer la bonita historia que te traemos a continuación.

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"Justo antes de que cerraran las puertas, entré en el avión que volaba de Los Ángeles a Chicago, llevando mi portátil y mi maletín repleto de cosas. Era la primera parte de un importante viaje de negocios, solo a unas semanas de la Navidad, y yo casi llego tarde. Tenía un montón de trabajo que hacer, así que supliqué y recé: "Por favor Dios, hazme un favor; que el asiento de mi lado esté vacío, no quiero ninguna distracción".

Estaba en el asiento del pasillo de una fila de dos asientos. Enfrente tenía sentada a una mujer de negocios concentrada leyendo el periódico. Ningún problema. Pero en el asiento de al lado, junto a la ventana, tenía a un niño con una etiqueta roja en el cuello: Menor Viajando sin Supervisión.

El niño estaba perfectamente sentado, con las manos en los reposabrazos, y mirando hacia el frente. Probablemente le habrán dicho que no hable con extraños. Bien, pensé.

upslim / Shutterstock

Se acercó la azafata. "Michael, me tengo que sentar porque el avión va a despegar," le dijo al pequeño. "Este amable hombre te contestará a cualquier pregunta que tengas, ¿vale?"

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¿Tenía alguna opción? Le ofrecí mi mano, y Michael la agarró, moviéndola hacia arriba y hacia abajo. "Debes tener unos 7 años."

"Yo creo que tú no tienes hijos," me respondió.

"¿Por qué piensas eso? Claro que los tengo." Abrí mi cartera para enseñarle sus fotos.

"Porque tengo seis años."

"Bueno, no andaba muy lejos."

Entonces se oyó la voz del piloto: "Personal de vuelo, prepárense para despegar." Michael se apretó el cinturón y bajó los reposabrazos. Me incliné y dije, "Ahora, normalmente rezo. Le pido a Dios que mantenga el avión a salvo y que envíe a los ángeles para protegernos."

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"Amen," dijo, y añadió, "pero yo no tengo miedo a morir. No le tengo miedo porque mi madre ya está en el cielo."

"Lo siento," le dije.

"¿Por qué lo sientes?" me preguntó, mientras se asomaba por la ventanilla para ver cómo despegaba el avión.

"Siento que no tengas a tu mamá aquí." Mi maletín chocó contra mis pies, recordándome todo el trabajo que tenía que hacer.

"¡Mira aquellos barcos de allí!" me dijo Michael mientras el avión sobrevolaba el Pacífico. "¿A dónde irán?".

"Probablemente a navegar, a disfrutar de un buen rato. Y ese, seguro que va a pescar, y está lleno de gente como tú y como yo."

"¿Haciendo qué?" preguntó.

"Pescando, lubinas o atunes. ¿No te ha llevado tu papá nunca a pescar?"

Patty Chan / Shutterstock

"No tengo papá." me respondió triste Michael.

Solo tenía 6 años y no tenía padre, su madre había fallecido y estaba volando solo. Lo menos que podía hacer era conseguir que tuviera un buen vuelo. Coloqué mi maletín debajo de mi asiento.

"¿Hay baño aquí?", me preguntó.

"Claro," le dije, "déjame acompañarte." Le enseñé cómo poner la señal de 'Ocupado', después cerró la puerta.

Cuando salió, tenía toda la camiseta mojada y estaba sonriendo. "¡Este lavabo echa agua para todos lados!" La azafata se rió.

Michael tuvo trato VIP durante la hora del aperitivo. Saqué mi portátil y traté de trabajar en una conferencia que tenía que dar, pero mi mente siempre se iba a Michael. No podía dejar de mirar la bolsa que llevaba con él. Me había dicho que todo lo que tenía iba en esa bolsa. Pobre niño.

Wikimedia Commons

Mientras Michael visitaba la cabina, la azafata me contó que su abuela lo recibiría en Chicago. En el bolsillo del asiento tenía un sobre con todos los papeles sobre su custodia. Volvió explicando, "¡Tengo alas!" ¡Tengo cartas! ¡Tengo más cacahuetes! ¡He visto al piloto y me ha dicho que puedo volver cuando quiera!

Por un momento se quedó mirando fijamente el sobre. "¿Qué estás pensando?". Le pregunté. No me contestó. Se tapó la cara con las manos y empezó a llorar. Mis hijos eran grandes, y nunca los había visto llorar de esa forma. Le acaricié la espalda y fui a buscar a la azafata.

"¿Qué te pasa chaval?", le pregunté.

Escuche éstas palabras entre sollozos "No conozco a mi abuela. Nunca ha querido venir a visitarme y me parece que está enferma. ¿Qué pasa si mi abuela no me quiere? ¿A dónde voy a ir?"

"Michael, ¿recuerdas la historia de la Navidad? ¿María, José y el niño Jesús? ¿Recuerdas que llegaron a Belén justo antes de que Jesús naciera? Era tarde y hacía frío, no tenían ningún lugar para quedarse, ni familia, ni hotel, ni hospital en el que el bebé pudiera nacer. Encontraron un lugar para quedarse; un establo de animales."

"¡Espera, espera!”, Michael me tiró de la manga. "Yo conozco a Jesús. Me acuerdo." Entonces cerró los ojos, levantó la cabeza y empezó a cantar. Su voz empezó a sonar con fuerza. "Jeeeeesús me quieeeeere, esooooo lo séeee. La Biiiiiiblia me lo dijooooo...."

Varios pasajeros se levantaron para ver al niño. Michael no notó su audiencia. "Tienes una gran voz," le dije cuando terminó. "No había escuchado nunca a nadie cantar así."

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"Mamá me dijo que Dios me había dado esta voz, igual que la de mi abuela", dijo. "A mi abuela le encanta cantar, canta en el coro de la iglesia."

"Entonces podréis cantar juntos."

La señal de cinturones se encendió. La azafata se acercó y le dijo que era importante que se abrochara el cinturón de seguridad. La gente en sus asientos estaba emocionada tras escucharle. En cuanto la señal de cinturones se volvió a apagar, los pasajeros salieron al pasillo. Michael y yo permanecimos sentados.

"¿Te acordarás de mi?" me preguntó.

"¡No te olvidaré nunca chaval!" le aseguré.

Cogió su bolsa y el sobre en una mano y me dio la otra. Los dos seguimos a la azafata para bajar del avión. Se empezaron a oír todos los ruidos del aeropuerto. Michael se paró, separó su mano de la mía y se agachó. Con los labios temblando, sus ojos se llenaron de lágrimas.

"¿Qué pasa Michael? Yo te acompaño si quieres."

Abrió la boca y movió los labios, pero fue incapaz de pronunciar palabra. Cuando me acerqué a él, me agarró del cuello. Noté su cara húmeda. Y me susurró, "¡Quiero a mi mamá!" Traté de reponerme, pero Michael me agarró aún más fuerte. Entonces oí unos pasos acercándose.

lipik / Shutterstock

"¿Eres tú, cariño?" No podía ver a la mujer que estaba detrás de mí pero oí su dulce voz. "Oh cariño", lloró. "Ven aquí. La abuela te quiere mucho. Necesito un abrazo tuyo. Deja que este buen hombre se vaya."

La abuela de Michael le acarició el brazo. "Tienes a un montón de gente esperándote cariño. ¿Sabías que tienes tías, tíos y primos?" Entonces empezó a cantar. No sabía si era porque se lo había dicho la azafata o porque había salido de ella, "Jesús me quiere, lo sé..."

Michael se tranquilizó. Todavía agarrándolo, saludé a su abuela y vi como le cogía la bolsa que traía. Justo antes de cruzar la puerta de la terminal, Michael se soltó el brazo que tenía en su cuello y cogió a su abuela.

Nada más cruzar el umbral de la puerta de “llegadas”, se me saltaron las lágrimas. Entre la multitud había familiares, amigos, pastores, ancianos, diáconos, miembros del coro y muchos vecinos esperando a Michael. Un hombre alto se acercó a Michael, le quitó la etiqueta roja y le dijo, "Ya no la vas a necesitar más."

Cuando me empecé a alejar hacia la puerta de mi vuelo de conexión, me di cuenta del peso de mi maletín y mi portátil. Empecé a pensar en quién habría a mi lado en el próximo vuelo...Y sonreí."

¿Has tenido alguna vez una anécdota de este tipo? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!

¡Comparte esta bonita historia con tu familia y amigos!

Fuente: hrtwarming
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