Este adolescente pensaba que tenía la edad suficiente para hacer cosas de mayores sin darse cuenta que lo más importante de ser adulto es ser responsable.
La mayoría de los adolescentes piensan que tienen suficiente experiencia para conducir como les de la gana hasta que sucede una desgracia. Este relato cuenta la historia de un adolescente que aprendió una dura lección demasiado tarde.

ecuavisa.com
El día que morí era un día normal como otro cualquiera. ¡Cómo desearía haber tomado el autobús para ir a la escuela! Pero claro, hacía demasiado frío para esperar en la parada... Recuerdo como me tentó el coche de mi madre hasta que finalmente lo cogí. Cuando a las 2:50 de la tarde sonó la campana, tiré los libros en mi taquilla en cuanto pude. ¡Era libre hasta el próximo día! Corrí hasta el aparcamiento pensando que conduciría sin que nadie me molestase, sería el rey de la carretera.
No importa cómo ocurrió el accidente. Iba demasiado rápido, era algo de locos aunque no puedo negar que disfrutaba esa sensación de libertad y diversión. Lo último que recuerdo es la imagen de una anciana que parecía ir terriblemente lenta. Escuché un golpe a la vez que sentí un choque tremendo. Trozos de vidrio y acero volaron por todas partes.

vidaysalud.com
De repente, me desperté. Estaba todo muy tranquilo. Había un policía justo a mi lado acompañado de un asistente médico. Mi cuerpo estaba totalmente destrozado y lleno de sangre. ¿Por qué me tienen que ver así? ¿Por qué tengo que mirar a los ojos de mi madre cuando ella afronta el momento más difícil de su vida? De pronto, papá parecía bastante más viejo. Se acercó a un hombre y le dijo, "Sí, es nuestro hijo".
El funeral fue raro. Vi a todos mis familiares y amigos caminar hasta el ataúd. Todos me miraban bastante tristes, algunos de mis amigos incluso estaban llorando. Una de las chicas me tocó la mano entre sollozos mientras pasaba caminando.
¡Por favor, qué alguien me despierte! Sacadme de aquí. No puedo soportar ver a mi padre y a mi madre sufriendo. Mis abuelos estaban tan débiles por el dolor que casi no podían caminar. Mis hermanos tenían la vista totalmente perdida, se movían como robots. Nadie se podía creer lo que estaba sucediendo. Yo tampoco era capaz de creerlo.
¡Por favor, no me entierren! ¡No estoy muerto! ¡Tengo mucha vida por delante! Quiero reír y correr otra vez. Quiero cantar y bailar. Dios, te prometo que si me das una segunda oportunidad seré el conductor más precavido del mundo. ¡Solo necesito una segunda oportunidad! Por favor, Dios, solo soy un chico de 17 años.
