A diferencia de las generaciones pasadas, hoy en día la gente sufre muchísimos tipos de reacciones alérgicas a multitud de cosas, entre ellas a los alimentos. A pesar de que actualmente se trata de un problema que complica significativamente la vida de muchas personas, es probable que tus abuelos nunca hayan conocido algunas de las alergias más comunes entre la sociedad.
Un estudio publicado en 2013 por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sugiere que el número de niños que sufren alergias ha aumentado en un 50% entre 1997 y 2011.
Entre las alergias alimentarias, la intolerancia a la leche se sitúa la número uno debido a la cantidad de hormonas de crecimiento que se incorporan a la misma y al exceso de antibióticos que se suministra desde las granjas.
Estas estadísticas sugieren que hoy en día estamos expuestos a algo a lo que no había en el pasado: los alimentos procesados.
Repletos de intensificadores de sabores, conservantes, colorantes y aditivos, estos productos pueden causar alergias y convertirse en una seria amenaza para nuestra salud.
Por otra parte, la industria alimentaria moderna a menudo utiliza componentes que las personas aún no conocen, como por ejemplo las proteínas que fueron incluidas en algunos productos de alimentación durante la década de 1990.
No se habían llevado a cabo ensayos con seres humanos para examinar su seguridad para el consumo humano o animal, y aún así este cambio se introdujo en la producción de numerosos alimentos.
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En 1994, la industria lechera comenzó a utilizar una hormona de crecimiento genéticamente modificada, la rBGH (hormona de crecimiento bovina recombinante) en vacas para aumentar la producción de leche. Esto dio lugar a un aumento de las tasas de enfermedad en el ganado tratado.
Para deshacerse de los efectos secundarios, se utilizaron más antibióticos, una de las razones principales por las que ahora existen más bacterias inmunes a los antibióticos en seres humanos.
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Así que esta es la respuesta a por qué nuestros abuelos no tenían tantas alergias como nosotros. Ellos comían alimentos orgánicos, sin procesar, sin conservantes, procedentes de granjas y no de laboratorios genéticos. Su menú no contenía productos químicos, estabilizadores, aditivos, saborizantes ni colorantes.
Como vemos, el estilo de vida moderno influye en nuestra salud. Con el fin de protegernos, debemos tomar conciencia de lo que comemos y saber eliminar los productos químicos y toxinas de nuestros alimentos.
