Nuestra boca lleva evolucionando muchísimos años. Es una herramienta increíble que nos permite alimentarnos a lo largo de toda nuestra vida, pero muchos de nosotros tenemos los dientes hechos un desastre, sin poder disfrutar de dentaduras perfectas.
La naturaleza crea esta gran pieza de ingeniería pero por alguna razón en algunas ocasiones tiene defectos como dientes torcidos o muelas desgastadas.
Probablemente tengas estos problemas si nunca has ido al dentista ni te has puesto ortodoncia. Lo sorprendente es que en la naturaleza existen animales que, a diferencia de los humanos, parecen tener los dientes perfectos, muy bien alineados y sin ningún problema.
Dientes, dientes
Mandíbula pequeña
Nuestros dientes no encajan bien debido al tamaño de nuestra mandíbula. No tenemos unos dientes grandes, sino una mandíbula pequeña. El tamaño de nuestra mandíbula depende de la genética y de la forma en que vivimos. Cuando necesitamos realizar más esfuerzo para masticar, nuestra mandíbula crece más.
En definitiva, la longitud final de nuestra mandíbula depende del estrés al que se le somete cuando se mastica. Nuestros ancestros se alimentaban a base de una dieta dura y nuestra mandíbula y dientes se fueron adaptando, consiguiendo un equilibrio entre ellos.
Desarrollo infantil
Aquí llega el problema. Hoy en día, alimentamos a los niños con papillas y alimentos suaves que no exigen mucho esfuerzo a la hora de masticarlos. Esto provoca que nuestra mandíbula no se desarrolle y su tamaño quede reducido para albergar dientes grandes.
Por ello hay personas con dientes amontonados y torcidos que conllevan muchos problemas, entre ellos la necesidad de llevar ortodoncia. Por el contrario, en los animales hay muy pocas ocasiones en las que la ortodoncia es necesaria. Se trata de unas pocas semanas de tratamiento que no suele molestarles y cuyo fin no es estético sino evitar problemas de salud.
Facebook / Harborfront Hospital for Animals
En resumen, que los animales tengan dentaduras perfectas y los humanos no, se debe a la evolución y a la forma en que comemos. Necesitamos comer cosas duras de pequeños para que nuestra mandíbula se alargue y tenga cabida para todos nuestros dientes.
