Hace diecisiete años que el mundo se iba a acabar producto del conocido como "Efecto 2000". Hace cinco años que el mundo se iba a acabar producto del conocido como "Fenómeno de 2012". Ahora, a días de que empiece el mes de agosto, volvemos a escuchar sonar las campanas del fin del mundo. En esta ocasión hay detrás una base científica mucho más justificada que en las veces anteriores, en las que la humanidad se iba a terminar de la noche a la mañana.
El fin del mundo parece que esta vez sí ocurrirá
La fecha elegida para este nuevo fin del mundo es la del 2 de agosto de 2017. ¿Por qué ese día en particular? Porque es el día en el que la humanidad habrá agotado todos los recursos que la tierra puede renovar en un año. Esto significa que hasta el 31 de diciembre, viviremos "de prestado", utilizando los recursos correspondientes al próximo año.
Esta cadencia es lo que provoca que cada año esta fecha se adelante un poco más. Por ejemplo, en 1997 se agotaron los recursos a finales de septiembre. En menos de veinte años hemos visto como adelantábamos un mes y medio esta fecha. Y, por desgracia, esta fecha va a seguir avanzando si tenemos en cuenta el brutal crecimiento del planeta.
A pesar del trabajo de numerosas organizaciones por intentar frenar estos problemas de abastecimiento, no parecen encontrarse soluciones viables. Cada día vemos como desaparecen bosques, se reducen los icebergs y las especies van desapareciendo por nuestra culpa.
El 2016 fue el primer año en el que la cantidad de emisiones de CO2 no aumentaron respecto al año anterior, por lo que quizás sí quede algo de esperanza para el ser humano después de todo.
