Es bastante razonable pensar que crecer sin hermanos tiene consecuencias psicológicas significativas. Después de todo, es más probable que los hijos únicos reciban más atención por parte de los padres o que no desarrollen las capacidades afectivas de igual forma que una persona que compite, juega y comparte experiencias con un hermano o hermana a lo largo de su vida.
Pues por si el sentido común no fuese razón suficiente, la ciencia avala esta teoría después de que un equipo de investigadores chinos hayan encontrado diferencias significativas en entre los cerebros de quienes se crían acompañados de hermanos y quienes lo hacen junto a sus padres.
Un estudio chino publicado recientemente en 'Brain Imaging and Behavior' tenía como objetivo encontrar cómo influía psicológicamente el hecho de crecer sin hermanos debido al programa de planificación familiar que instauró el gobierno para promover las familias de un solo hijo.
Para ello, Junyi Yang y sus colegas escanearon los cerebros de 303 estudiantes universitarios, aproximadamente la mitad de los cuales eran hijos únicos, y analizaron su personalidad, creatividad e inteligencia.
Al parecer, la mayor parte de los hijos únicos superaron a los demás participantes en creatividad aunque puntuaron más bajo en amabilidad, diferencias psicológicas que parecían coincidir con diferencias estructurales en sus cerebros.
La mejor capacidad creativa se relacionó con el hecho de tener más materia gris en el giro supramarginal de sus cerebros respecto a los participantes con hermanos, región en el lóbulo parietal que Yang y su equipo vincularon previamente con la flexibilidad mental y la imaginación.
Los investigadores comentaron que existe la posibilidad de que esta superioridad creativa puede estar relacionada con un mayor contacto con los padres.
Por otro lado, los hijos únicos también obtuvieron puntuaciones más bajas en cuanto a la amabilidad, un rasgo asociado con la calidez y la preocupación por los demás.
Esto parecía estar relacionado con una menor cantidad de materia gris en la corteza prefrontal medial, región en la parte frontal del cerebro involucrada con el pensamiento sobre uno mismo en relación con los demás.
Los investigadores especularon que esto podría explicarse a que estos niños reciben demasiada atención y elogios constantes por parte de los padres.
El estudio demuestra, por tanto, que el entorno familiar en el que nos criamos afecta a nuestra estructura cerebral, definiendo en cierto modo el tipo de persona en la que nos convertimos.
Sin embargo, sería una error pensar que este es el único factor que condiciona nuestra personalidad. Además de la naturaleza del núcleo familiar, los niños también se ven afectados por factores como los antecedentes sociales y educativos o los genes heredados de los padres.
Por otra parte, siempre es arriesgado tratar de interpretar el significado de las diferencias cerebrales estructurales. Aún así, estos nuevos resultados proporcionan algo con lo que trabajar y podrían ayudar a dirigir el curso de futuras investigaciones sobre el tema.
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