Todo el mundo tienes sus preferencias a la hora de ir a la cama, algunos prefieren dormir con calcetines, otros en cambio prefieren tener los pies descubiertos. Existen quienes duermen con un estupendo pijama de la nueva colección de primavera, mientras que otros prefieren dormir con una simple camiseta vieja. Para gustos, colores, eso sí, cuando hablamos de la temperatura perfecta para dormir, quizás debamos prestar un poco de atención a como lo hacemos.
Quienes hayan experimentado la vida en pareja sabrán que encontrar la temperatura perfecta para que dos personas duerman a gusto es una misión imposible. Siempre habrá una persona más friolera y otra más calurosa y por ende, alguien tendrá calor y otro tendrá frío con la misma temperatura.
Según una nueva investigación, a partir de ahora deberíamos comenzar a regular la temperatura con la que dormimos a través de un termómetro en lugar de los gustos personales. Si bien es verdad que parece ser que pasaremos un poco de fresquito, al menos nunca más habrá discusión al respecto.
¡Deshazte de las sábanas y abre las ventanas antes de dormir!
Algunos científicos están considerando que la falta de exposición al frío podría estar dañándonos. Pasamos nuestras vidas en espacios climatizados donde la temperatura no fluctúa mucho durante todo el año. Si sentimos un poco de frío corremos a subir la temperatura o a ponernos un jersey con tal de no experimentar ninguna molestia física.
Aunque poder controlar la temperatura resulta agradable, algunos científicos piensan que la especie humana aún no ha evolucionado lo suficiente para ello. Esto se conoce como la hipótesis del "Invierno metabólico", propuesta por el científico de la NASA, Ray Cronise, el genetista de Harvard, David Sinclair, y Andrew Bremer, de los Institutos Nacionales de Salud. La hipótesis sugiere que, después de pasar millones de años en busca del calor, el hecho de que ahora lo tengamos a mano sin esfuerzo está causando estragos en nuestro cuerpo y contribuyendo a la obesidad.
"Siete millones de años de evolución humana estuvieron dominados por dos desafíos: la escasez de alimentos y el frío. En el último centímetro de nuestro kilómetro evolutivo hemos logrado resolver los ambos." Ninguna otra especies experimenta la misma obesidad y enfermedades crónicas como lo hacemos nosotros y nuestras mascotas. Tal vez nuestro problema sea que el invierno nunca llega".
Esta teoría gira entorno a la grasa parda, un tejido adiposo que quema el exceso de grasa en lugar de almacenarlo como grasa normal o blanca. La grasa parda debe ser activada por temperaturas frías para que trabaje eficazmente, razón por la cual a menudo la perdemos cuando nos mantenemos en un clima agradable durante mucho tiempo.
Por lo tanto, de vuelta al debate del dormitorio, parece que dormir en un dormitorio ligeramente frío (13-18ºC) es beneficioso porque "aumenta el gasto energético del cuerpo sin comprometer nuestra confort." La clave no es pasar frío, ya que eso afectaría a la calidad del sueño, sino encontrar el equilibrio correcto para lograr aproximadamente 18ºC en el dormitorio y 30ºC en la superficie de la piel. Markham Heid explicaba para TIME Health:
"Si eso crees que es algo demasiado complicado, piensa que un pijama fino más una sábana y una manta, pueden subir la temperatura de tu piel a esa gama de los 30 grados que buscamos incluso si la habitación está solo a 18ºC centígrados."
Ray Cronise recomienda por tanto que evitemos las mantas todo lo que podamos aunque suene a pesadilla. Con la práctica, nuestro cuerpo se habituará al cambio, no es necesario que retiremos las mantas de una vez, sino que podemos ir haciéndolo poco a poco para que con el tiempo seamos capaces de eliminarla definitivamente de la cama.
Por otro lado, la temperatura baja de la habitación también funcionará como una señal para el cerebro advirtiéndole que es hora de dormir, por lo que será más fácil conciliar el sueño.
Por lo tanto, si te sobran algunos kilos de más o tienes problemas para conciliar el sueño por la noche, piensa en bajar la temperatura de tu habitación. Cambia tu edredón por algo un poco más delgado, elije unos pijamas más finos y abre la ventana. Puede que te sorprendan los resultados.
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