La historia que leerás a continuación ha estado circulando por internet durante más de 10 años. En ella se relata la extraña situación que le tocó vivir a un matrimonio.
Los rumores dicen que la historia apareció por primera vez en Malasia, aunque el autor permanece anónimo.
Seguro que esta increíble historia de amor no te dejará indiferente: 30 días llevando en brazos a mi esposa
Una noche llegué a casa y mi mujer me sirvió la comida. Tomé su mano y le dije, "Quiero el divorcio". No pareció sorprenderse por mis palabras, en lugar de eso, me preguntó el por qué de forma muy pausada. Yo evité contestar a su pregunta por lo que se enfadó conmigo. Tiró los cubiertos al suelo y gritó, "no eres un hombre".
No nos volvimos a hablar aquella noche. Ella lloraba y yo sabía que quería conocer qué es lo que le había pasado a nuestro matrimonio, pero no podía contestarle. Ahora quería a Jane, mi esposa simplemente me daba pena.
Con un profundo sentimiento de culpa, elaboré los papeles del divorcio, afirmando que ella podía quedarse con la casa, el coche y una participación del 30% de mi empresa. Cuando los terminé, se los enseñé.
Ella les echó un vistazo y los rompió en pedazos. La mujer que había compartido 10 años de su vida conmigo se había convertido en una extraña. Me sentí mal por haberle hecho perder su tiempo y su energía, pero no podía retroceder en la decisión que tomé la noche anterior.
Finalmente, lloró profundamente delante de mí, una reacción que esperaba por mi parte, parecía que la idea de divorcio era más real ahora.
Al siguiente día llegue a casa tarde después de salir de trabajar y me la encontré rellenando algún papel sobre la mesa. No cené, me fui directo a la cama y me dormí.
Por la mañana se plantó delante mía con sus condiciones para el divorcio. No quería nada de mí, simplemente quería que llevásemos una vida normal durante un mes más. Sus razones fueron que nuestro hijo tenía sus exámenes en un mes y no quería perturbarlo con el divorcio de sus padres.
También me pidió que recordase como la llevé hasta nuestra habitación el día que nos casamos y me dijo que lo hiciese ahora pero para sacarla durante todo el mes que nos quedaba por delante. Pensé que estaba volviéndose loca, pero por hacer soportables nuestros últimos días juntos acepté su extraña petición.
Fue un poco incómodo la primera vez que la llevé a la habitación. Nuestro hijo vino detrás aplaudiendo y celebrando que su papá llevaba en brazos a su mamá. Sus palabras me produjeron un terrible dolor. Cuando la llevé desde el dormitorio hasta la sala de estar se acercó a mi oído y me dijo en voz baja, "no le digas nada del divorcio a nuestro hijo". Asentí con la cabeza y la solté delante de la puerta.
No lo hice con tanta torpeza el segundo día. La levanté y se apoyó en mi pecho, estaba tan cerca que pude oler la fragancia de su blusa. Me di cuenta de que realmente hacía mucho tiempo que no me fijaba en aquella mujer. Ya no tenía el aspecto de cuando era joven. Tenía finas arrugas en su cara y su pelo era diferente. Nuestro matrimonio había hecho mella en ella. Durante un minuto me pregunté qué es lo que yo le había hecho.
En el cuarto día, cuando la levanté sentí como regresaba una extraña sensación de cariño en mi interior. Durante el quinto y sexto día me di cuenta de que el vínculo de amor que un día tuvimos iba creciendo de nuevo. Se me hizo más fácil llevarla conforme iba pasando el mes, notaba que cada vez estaba más delgada.
Una mañana me impresionó notar el gran dolor y la amargura que estaba soportando. Sin pensarlo extendí la mano y le acaricié la cabeza. Nuestro hijo vino en ese momento y dijo, "¡Papá es la hora de llevar en brazos a mamá!".
Para él ver a su padre llevar a su madre se había convertido en una tradición. Mi esposa hizo un gesto a nuestro hijo y le indicó que se acercara para abrazarlo con fuerza. Miré hacia otro lado porque tenía miedo de empezar a cambiar de opinión. La cogí con mis brazos y ella se abrazó a mi cuello. Sostuve su cuerpo con suavidad igual que hice el día de nuestra boda.
El último día cuando la sostuve en mis brazos me costaba muchísimo dar un solo paso, no quería dejarla. Sabía lo que tenía que hacer. Fui hasta la casa de Jane , subí las escaleras y le dije, "lo siento, ya no quiero divorciarme de mi esposa".
Ahora lo veía todo con muchísima claridad. Llevé a mi esposa hasta la habitación el día en que nos casamos y lo seguiré haciendo hasta que la muerte nos separe. Compré un ramo de flores de camino a casa. Cuando la dependienta me preguntó qué quería escribir en la tarjeta, sonreí y le dije, "quiero llevarte entre mis brazos cada mañana hasta que la muerte nos separe".
Volví a casa con las flores en mi mano y una gran sonrisa en mi rostro. Todo desapareció cuando comprobé que mi mujer había muerto mientras yo estaba fuera. Supe que había estado luchando contra un cáncer durante meses, pero yo estaba demasiado ocupado con Jane para darme cuenta. Ella sabía que iba a morir pronto y quiso evitar que nuestro hijo pasase por una experiencia tan horrible entre sus padres como es un divorcio. A ojos de mi hijo parecía aún un buen esposo. La sostuve en brazos una última vez...
Los pequeños detalles de nuestra vida que pensamos que no tienen importancia son las cosas que verdaderamente importan en una relación. No importan las cosas materiales como la casa, el coche, o el dinero del banco. Son los pequeños detalles los que crean un entorno propicio para la felicidad. Haz un esfuerzo por encontrar el tiempo para amar a tu pareja y utiliza esas pequeñas cosas para crear un vínculo de amor indestructible. ¡Comparte esta inspiradora historia con todos tus amigos!