Hemos podido comprobar que el invierno ha llegado con toda su fuerza a nuestras casas. Como ocurre siempre, la disminución de las temperaturas significa un aumento en el coste de nuestras facturas y en la curiosidad por encontrar algún truco que nos ayude ahorrar en calefacción.
Esta preocupación por mantener el hogar caliente y no derrochar demasiada energía hace que te preguntes cómo se las apañaban nuestros padres y abuelos hace algunos años cuando no tenían todos los avances tecnológicos que nosotros tenemos a nuestra disposición.
A continuación te mostramos 10 trucos con los que nuestras abuelas podían mantener el hogar caliente en tiempos más difíciles.
1- Aprovechar el calor del horno
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Todos sabemos que el horno puede convertirse en una buena fuente de calor, sobretodo durante los meses de invierno. Es por eso que nuestras abuelas dejaban la puerta del horno abierta después de utilizarlo para facilitar que el calor residual calentase la habitación.
2- Aislar la parte exterior de la casa
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Un buen aislamiento no solo puede realizarse en el interior de la casa. Nuestros abuelos utilizaba bolsas de hojas, fardos de heno o incluso nieve con los que cubrían el perímetro de la casa a modo de aislantes para mantener la temperatura interna del hogar. Este truco es uno de los que parecen haber sido totalmente olvidados a día de hoy, quizás por la dificultad de colgar fardos de heno a la pared de tu apartamento del quinto piso.
3- Cubrir las paredes
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Colgar edredones o mantas sobre las paredes exteriores de la casa era algo bastante habitual cuando se intentaba mantener el calor del interior de la casa. De esta forma también se conseguía que la habitación fuese más acogedora, bueno, no en todos los casos...
4- Cubrir las ventanas
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Las ventanas son unos de los puentes térmicos más importantes de las casas, y es sin duda uno de los lugares a través de los cuales se pierde más y con mayor rapidez el calor que tanto dinero nos cuesta. De la misma manera que se hacía con las paredes, nuestras abuelas cubrían las ventanas con mantas para mantener el frío invernal alejado del interior.
5- Aprovechar las horas de sol
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Si tenían la suerte de disfrutar de un día soleado, cualquier cortina o manta se retiraba de las ventanas para dejar que el sol entrase con toda su calidez en el hogar. La luz del sol puede aumentar notablemente la temperatura de una habitación durante el invierno, la clave está en aprovechar hasta la última gota de luz y cerrar todas las ventanas cuando llegan las primeras horas del ocaso.
6- Cerrar las habitaciones que no se utilizan
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Cuanto más grande es una casa, más difícil es calentarla. Aunque no era muy común en la mayoría de las familias, cuando había una habitación que no se utilizaba demasiado, esta se cerraba a cal y canto para conseguir que el calor se mantuviera en las zonas del hogar donde más vida se hacía.
7- Sellar los huecos de las puertas
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Cualquier cosa sirve con tal de que no haya corrientes de aire frío en la casa. Desde calcetines o toallas, hasta periódicos y cartones. Cualquier cosa se colocaba en el hueco que hay bajo las puertas para mantener el aire caliente alejado del aire frío.
8- Mantener una olla en la hornilla
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Al humidificar el aire de la casa, se consigue mantener el aire caliente además de evitar el aire seco que provoca la piel agrietada típica del invierno. Antes de que apareciesen los humidificadores comerciales, nuestras abuelas ponían olla de hierro sobre el fuego con agua y algunas cáscaras de cítricos para caldear el ambiente.
9- Utilizar alfombras, muchas alfombras
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Habitaciones que no necesitan alfombras durante el verano, como puede ser la cocina, quizás puedan necesitar una o dos durante el invierno. El calor también se pierde a través del suelo, dato que no se les escapaba a las abuelas más expertas que colocaban alfombras por toda la casa durante los meses más fríos.
10- Hacer uso de la cama con dosel
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Las camas con dosel no sirven solo para aparentar, a pesar de toda la parafernalia que las rodea, estas camas tienen un propósito. Gracias a ellas nuestras abuelas podían guardar todo el calor que desprendían cuando dormían, consiguiendo un entorno con una temperatura agradable y cálida.