Suharto gobernó Indonesia durante 31 años, y en el proceso, logró sacar de su país unos 35.000 millones de dólares. Según Transparency International, eso lo convierte estadísticamente en el líder más corrupto de la historia y, por extensión, en el ser humano más corrupto que jamás haya existido. Sin embargo, su inquietante y complejo legado va más allá del simple robo.
A continuación te mostramos 10 terribles datos sobre el gobernador más corrupto de la historia: 1- Establecimiento de un nuevo orden
Allá por 1965, el gobierno de Indonesia encabezado por Sukarno era un completo desastre. El 1 de octubre de ese mismo año, un grupo de oficiales del ejército descontentos secuestró y asesinó a 6 generales de alto rango, declarando así que tenían el control de las fuerzas armadas. Ante esta situación, Sukarno no tuvo más remedio que entregar casi todos sus poderes a los militares leales a Suharto. Ese fue el comienzo del final.
2- Las matanzas en masa de 1965
Algún tiempo después, Suharto se embarcó en una campaña para eliminar a todo disidente en el país. Con el pretexto de purgar el Partido Comunista de Indonesia, sus tropas realizaron asesinatos en masa.
Durante más de un año, los intelectuales y chinos de Indonesia fueron asesinados en una masacre tan sangrienta que todavía no sabemos cuántas vidas arrebató. Las estimaciones más extendidas cifran el número entre 500.000 y 1.000.000 de muertes, pero algunos afirman que incluso pudieron alcanzar los 2,5 millones.
Sin embargo, una cosa en la que todos los relatos coinciden es en la brutalidad de las masacres. En todo el país, las unidades militares obligaron a la gente común a llevar a cabo los asesinatos, incluido el asesinato de sus propios amigos y parientes. En algunas provincias, a los aldeanos se les ordenó matar a golpes a cientos de prisioneros con palancas. En otros, los verdugos se dedicaron a estrangular a sus víctimas con alambres.
En el momento álgido de la violencia, los cuerpos se amontonaban en las calles. El hedor a sangre era tan intenso que las ciudades más densamente pobladas debieron ser evacuadas. Los ríos se obstruyeron con cadáveres, y aún así los asesinatos continuaron. Cuando finalmente terminaron, ya no quedaba nadie que se opusiera al nuevo dictador.
3- El destino de Papúa Occidental
En 1963, la provincia de Papúa Occidental se vio sometida al mandato de un gobierno indonesio bastante complicado. Para cuando Suharto ganó el poder, había una fuerte demanda de independencia y autodeterminación. Al menos el 85% de la población deseaba separarse de Indonesia. En cambio, Suharto se embarcó en una campaña para destruir su cultura.
Después de una votación simulada en la que solo se permitió que intervinieran unos cuantos elegidos, Suharto reclamó el control total de la provincia. A partir de ahí siguió un periodo brutal de gobierno autoritario en el que se prohibieron todos los signos del nacionalismo papú bajo pena de 15 años de prisión.
Al mismo tiempo, se promulgó una política de transmigración que trajo a tantos javaneses a la provincia que rápidamente superaron en número a los nativos.
4- El genocidio en Timor Oriental
La mayoría de los dictadores suelen tener suficiente con una sola matanza. Suharto, sin embargo, provocó dos. En diciembre de 1975, lanzó en paracaídas a las primeras tropas indonesias en la isla de Timor Oriental, supuestamente en respuesta a una amenaza comunista. Lo que siguió fue una de las peores masacres de la historia.
Apenas unas horas después del aterrizaje, las tropas de Suharto ya estaban cometiendo infinitas atrocidades. En una ciudad, 150 civiles fueron elegidos al azar, llevados a un embarcadero y arrojados al agua por un pelotón de fusilamiento. En la capital de Dili, hombres y niños fueron víctimas de ejecuciones en masa.
En la ciudad de Malim Luro, los soldados obligaron a 60 civiles a tumbarse en el suelo a punta de pistola. Luego los aplastaron pasando unas excavadoras sobre ellos.
En total, la ocupación de Timor Oriental produjo más de 200.000 muertes. En proporción, este fue el genocidio más mortífero del siglo XX sin contar el Holocausto. Como mínimo, murieron un tercio de todos los timorenses, aunque la cifra puede haber sido incluso mayor.
5- Una economía en auge
El Nuevo Orden de Suharto impulsó un auge económico sin precedentes en los tiempos modernos. Cuando tomó el poder de Sukarno, alrededor del 60% de todos los indonesios vivía en la pobreza. Cuando dejó el cargo 31 años después, ese número se redujo al 13%. Durante su mandato, la pobre Yakarta se transformó mágicamente en una de las ciudades más prósperas de Asia.
Lo que distingue a Suharto de los demás dictadores es que él se aseguró de que todos recibieran un trozo del pastel. Suharto construyó escuelas, caminos y centros de salud incluso en las provincias más remotas.
A medida que el PIB subía en un impresionante 8% anual, su régimen se aseguró de que casi todos los indonesios tuvieran un trabajo y salarios históricamente altos. Salvó al país de la crisis económica en la que Sukarno lo dejó. Como resultado, muchos indonesios continúan reverenciándolo hasta el día de hoy.
6- Las matanzas de Petrus
Otro de los logros por los que Suharto será siempre recordado es por haber conseguido que el país tuviese unas tasas de crímenes casi ridículas. Pero a diferencia de sus logros económicos, las estadísticas de su crimen provienen de una política terrible. En lugar de encarcelar a los presuntos delincuentes, Suharto los asesinaba.
Conocido como los asesinatos de Petrus, la operación tuvo como objetivo infundir terror en los corazones de los civiles. Durante un período de tres años, militares, policías y vigilantes del gobierno acorralaron y ejecutaron a cualquier sospechoso. Con el fin de que otros delincuentes entendieran el mensaje, los cuerpos eran mutilados y arrojados a lugares públicos.
Más de 2.000 personas fueron asesinadas durante esta operación. No todos ellos eran criminales. Se sabe que muchos funcionarios y agricultores inocentes estuvieron entre las víctimas. Muchos sufrieron destinos casi inimaginables, como ser forzados a saltar desde un precipicio hacia un abismo lleno por los cuerpos en descomposición de otras víctimas.
7- La masacre de Santa Cruz
En 1991, bajo la vigilancia complaciente del ejército indonesio, miles de timorenses acudieron al cementerio de Santa Cruz para colocar flores en las tumbas de los combatientes de la resistencia. Una vez que el cementerio estaba lleno, los militares cargaron sus armas y abrieron fuego.
Completamente cercados por los muros del cementerio, los manifestantes timorenses no tenían por dónde huir. A medida que la gente intentaba escapar inútilmente, los militares disparaban una y otra vez contra la multitud hasta que no quedó nadie en pie.
Al menos 400 manifestantes resultaron gravemente heridos y 270 fueron asesinados. Muchos más desaparecieron, supuestamente acorralados y asesinados por los militares.
El ataque fue tan sangriento que la ONU condenó públicamente al gobierno de Suharto por los asesinatos. A día de hoy, nadie ha sido responsable por la masacre de Santa Cruz.
8- Colapso económico
A finales de los 90, Suharto transformó el auge económico en una fiesta de corrupción y amiguismo. Contratos millonarios, subsidios y empresas enteras fueron adjudicados a familiares, exprimiendo a la clase media de Indonesia.
Luego, en julio de 1997, la economía de Asia colapsó por completo. Las monedas se desplomaron, ya nadie estaba a salvo, ni siquiera Suharto. Mientras Indonesia se sumía en un desastre económico, los estudiantes tomaron las calles de Yakarta exigiendo algún cambio. En lugar de controlar las protestas, Suharto envió al ejército.
En la Universidad Trisakti, cuatro estudiantes fueron asesinados por los militares y varias decenas fueron gravemente heridos. Para la gente de Indonesia, esta fue la gota que colmó el vaso.
9- El alboroto apocalíptico
En respuesta a los asesinatos de los estudiantes, toda Yakarta entró en crisis. Durante dos días, los ciudadanos se amotinaron. En la Plaza Klender, al este de la ciudad, alguien encendió un fuego que acabó con la vida de 486 personas.
Al otro lado de la ciudad, las tiendas fueron destrozadas y saqueadas, pocos de sus dueños pudieron escapar con vida. Durante el clamor de las revueltas, las pandillas se dedicaron a atacar y asesinar a los chinos y a violar a cualquier mujer china que encontrasen.
Estos disturbios sellaron el destino de Suharto. A medida que la cifra de muertos no paraba de subir, el número de seguidores no paró de bajar. Finalmente, 10 días después de los disturbios de Yakarta, el anciano dictador se vio obligado a dimitir. En una breve ceremonia televisada, transfirió el poder a su adjunto y se retiró de la política. Así terminó una de las dictaduras más largas y sangrientas de la historia moderna.
10- Una muerte feliz
Estaría bien poder escribir que Suharto experimentó una de las muertes más miserables en completa soledad, pero no fue el caso. Lo cierto es que tras su retiro, cientos de políticos indonesios visitaron al dictador y le agradecieron su labor. Cuando enfermó, todos, desde reporteros hasta activistas de derechos humanos, colocaron flores y rezaron por su alma.
En Timor Oriental, los líderes pidieron a su gente que lo perdonaran, alegando que había hecho "muchas cosas positivas". Cuando finalmente murió, el gobierno declaró una semana de duelo.
Desde el día que renunció hasta el día que murió, Suharto nunca fue enjuiciado por ninguno de sus crímenes, ni pagó ni un céntimo de los miles de millones que robó. Suharto murió como un héroe, un final inmerecido para uno de los mayores carniceros del siglo XX.
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